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Xavier Amat

Can Boada: El cerro aprovechado

El parque de Can Boada, un lugar singular y desconocido con el encanto del bosque mediterráneo y tesoros modernistas ocultos

La pequeña colina de Can Boada ha resistido bastante dignamente las presiones urbanísticas de las últimas décadas, y hoy es una frontera natural entre los barrios de Peramàs, Cerdanyola, La Llàntia y la Vía Europa. En otros tiempos alejado de la ciudad habitada, el crecimiento de Mataró lo ha dejado en una ubicación muy céntrica, a tocar de la transitada plaza de Granollers. Aún así, y a pesar de las reformas realizadas, la zona de parque sigue presentando un aspecto indómito. Si una mañana os quitáis con ganas de pisar bosque pero tenéis poco rato, llegaros al parque de Can Boada y pasearos por sus 2,074 hectáreas os servirá, y además disfrutaréis de unas magníficas vistas sobre la ciudad. La vegetación del parque, básicamente pinos pero también con encinas, helechos o una especie de cactus gigantescos, es la autóctona de este cerro, y no es extraño encontrar incluso algún conejo un poco despistado.

Para muchos, Can Boada es el lugar donde había aquel saltando de agua que creaba una cascada bastante espectacular. Y es que la colina, que enlaza por la calle de Galicia con el cerro de Cerdanyola formando una pequeña carena, se precipita en seco con una pendiente de 25 metros cuando llega a la actual calle de los Pirineo. No es extraño, pues, que Can Boada esté pleno de muros, paredes y contrafuertes, algunos de antiguos y otros de más recientes, para evitar desprendimientos de tierras o de agua sobre los edificios que están a tocar. En cuanto al saltando, hoy continúa siendo pero el agua no baja, y este punto se ha convertido en uno de los mejores miradores de la colina.

"Un pastel de golosinas"
Can Boada, pero, hace años que es un cerro "multiusos". A pesar de la dificultad de su relevo, y que por cada edificio que se ha construido los arquitectos o maestros de obras han tenido que empescar-se-las para salvar las pendientes, el entorno cuenta con espacios muy singulares. El más conocido, y que es el que da nombre en toda la zona, es el edificio que, mirando a la Vía Europa, es la sede desde el año 2006 del Gremio de Constructores y Promotores de Obras de Mataró y Comarca. Su vicepresidente, Pere Brun, explica que están a gusto, pero que "todo es mejorable, puesto que es un local con salas octogonals muy pequeñas, y a los cursos que hacemos como mucho caben 20 o 25 personas". El Gremio se encargó, de acuerdo con el Ayuntamiento, de reformar a fondo el interior del edificio "que estaba muy deteriorado", dice Brun, y la entidad es la inquilina a través del pago de un alquiler, por 25 años. "Unos dicen que parece un pastel de golosinas, otros una mezquita", explica Brun; y es que realmente la forma y colores de Can Boada son impactantes. Lo planificó el maestro de obras Jeroni Boada para usos particulares, se calcula que en 1866, y se mezclan elementos árabes y neomedievals.

A pocos metros, y cómo incrustado en la montaña, otro edificio, en este caso muy reciente, pero que también es buena muestra de salvamento de desniveles. Lo centro geriátrico Can Boada está destinado a prestar el servicio de residencia asistida y centro de día, con cuatro plantas y 2.300 m2 de superficie. En este caso, el cerro es el entorno agradable en que se abren los jardines y la terraza. Y justo al lado, en un còrner ya tocando a la avenida Puig y Cadafalch, la antigua fábrica hidroeléctrica, ya hace años sin uso y en deterioro, pero que orgullosa todavía muestra a los vecinos el logotipo muy pintado de la empresa.

Una urbanización dentro de la ciudad
"Creo que mucha gente no conoce la urbanización Santo Salvador. Pienso que es porque no deja de ser un culo de saco, se tiene que venir expresamente". Así se expresa una vecina de esta urbanización – prefiere que no digamos su nombre -, que vive desde hace cincuenta años y que fue la segunda al instalarse. Se muestra "muy orgullosa de vivir aquí, por la tranquilidad que hay y porque la urbanización está integrada dentro de la ciudad. Yo voy siempre a pie a comprar y en todas partes". A la Santo Salvador se accede por la avenida Puig y Cadafalch, y se compone de 25 parcelas con casas de dimensiones considerables que ocupan el ala sur del cerro de Can Boada, si bien este sector, además del nombre de la urbanización, también se denomina Can Bartra. El motivo: la casa modernista que hay en lo alto de la urbanización, y que hace un siglo disponía de todas estas tierras. Si pocos conocen la urbanización Santo Salvador, tampoco muchos más deben de saber de la belleza de la fachada de esta casa y de la capilla que tiene adjunta, dedicada al beato Salvador de Huerta. Se trata de una propiedad privada y no visitable, y Joaquim Bartra, su propietario, explica que "esta era la residencia de verano de la familia, pero a partir de la Guerra Civil ya nos trasladamos a vivir aquí todo el año". Los abuelos de Joaquim Bartra son los que hicieron construir esta casa, que data de finales del siglo XIX, pero su autor es del todo desconocido. "Seguramente no fue un arquitecto sino un maestro de obras, pero nadie ha encontrado ningún papel que diga el nombre". Bartra también recuerda como, ante la imposibilidad de mantener los terrenos – "los árboles frutales y las viñas no daban para vivir" – decidió ahora hace medio siglo parcel·lar la tierra y así nació la urbanización Santo Salvador, a la que él mismo dio nombre.

Can Bartra, pues, es el edificio de más valor arquitectónico de un espacio, el del cerro de Can Boada, en que la petja humana está presente desde hace décadas y que hoy se encuentra al corazón de la ciudad, bono y conservando rincones escondidos y casi salvajes.

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