Si fuera una persona, Mataró sería de aquellas que son claramente transparentes y parece que llevan escrito en la frente lo que hace falta para hacerlas felices. Si fuera una persona, Mataró sería de las que reserva las buenas galas para las ocasiones señaladas, esos metrónomos puntuales que nunca fallan cuando el calendario lo requiere. Si fuera una persona, Mataró hoy avisaría en casa que no la esperen. Y sonreiría, básicamente sonreiría.
Mataró ya está feliz como un anís. Mira que le resulta fácil, pero tiene la maldita trampa, la cosa, de tener que esperar un año para que vuelva a ser 25 de julio. Después del volador que remueve recuerdos y de un Cap a la Crida endémicamente demasiado largo (alguien debería revisarlo, la Crida no debe empezar 20 minutos tarde) ha llegado la décima Crida de David Bote como alcalde, que se dice pronto. Una crida enérgica y orgullosa, acunada por la banda sonora de silbidos habitual pero con mucha menos bronca que años anteriores.
Apelación al Mataró diverso Un David Bote especialmente expresivo ha hecho como alcalde una de sus cridas más orgullosas de la ciudad que preside. Ha hecho constantes referencias a la integridad de toda la ciudad y a la diversidad de gentes que la componen. Ha dicho “gente de los cuatro códigos postales” apuntándose a la reivindicación del 304 de Lamine Yamal, ha hablado de “la bandera que todo Mataró aúna” y del “corazón plural y diverso” de la ciudad. Ha dicho que en la ciudad “hemos cambiado el miedo por la esperanza” y ha asegurado que Les Santes son “celebrar el respeto y hacer de Mataró un espacio de igualdad y libertad”.
El alcalde ha pedido que “no cometamos excesos, evitemos riesgos y compartamos derribando etiquetas y prejuicios” y ha apelado a toda la ciudadanía: “reunámonos, encontremos, levantemos la mirada, contemos hasta quince, tantas veces como sea necesario, gritemos no es suficiente tantas veces como haga falta y hagamos las paces con todos, que Les Santes nos reúnen y nos unen”.
La primera Dormida Detrás ha venido la traca y su estruendo, luego la música de banda de la Agrupación Musical del Maresme, que está de aniversario. Y justo después, la primera Dormida. La más esperada, la más concurrida -cada año parece más disparatado hacerla en un lugar tan atiborrado- y también la que tiene un sentido más genuino. Cuando bailan las figuras, cuando las momerotas queman el balcón, cuando se aplaude y se tararea, lo que están haciendo miles de mataronenses es latir como lo que son: comportarse tal como Mataró si fuera una persona. Gloria a Les Santes.