Nos prometieron que desde lo alto del vigésimo sexto piso de la Torre Barceló caería maná sobre las cabezas de los mataronenses. A estas alturas, sin embargo, el olor agrio de orina es casi inconfundible. Nos orinan encima y dicen que llueve.
Los 192 viviendas de la Torre Barceló serán finalmente de venta. Este cambio de última hora, ahora que ya está todo dado y bendecido, es la cara más flagrante de la estafa. Hace dos años, Emma Ballosta, representante de la promotora del edificio, proclamaba heroicamente que su empresa quería aportar alquiler de calidad a Mataró, porque en España hay mucha demanda y la oferta no es suficiente. Quizás, en ese momento, todos los que hemos visto cómo el precio del alquiler ha aumentado exponencialmente durante los últimos años (un incremento del 60% del 2015 al 2020, en Cataluña) nos dejamos llevar por un cierto optimismo ingenuo. Pero no. El piso más pequeño costará 200.000€; el más grande, 454.000€. Más de 3.000€ por metro cuadrado. Si la Torre Barceló es un emblema de la ciudad que en Bote quiere, entonces la Mataró del futuro no tiene lugar para la inmensa mayoría de los mataronenses.
Pero no nos engañemos. Si las 192 viviendas hubieran sido de alquiler, nada habría cambiado. ¿Qué precios podemos esperar de pisos en primera línea de mar, que escapan de la ley de regulación de los alquileres por uno de sus múltiples agujeros? De todas formas, el terror que se vive en el mercado del alquiler no puede reducirse en absoluto a un problema de oferta y demanda. Después del ciclo especulativo que desembocó en la crisis financiera del 2008, hay que ser muy ingenuo para creer que el mercado inmobiliario funciona exclusivamente o principalmente según oferta y demanda. España es uno de los países europeos con una ratio más alta de vivienda construida por habitante. De hecho, solo en Mataró hay 1.900 pisos vacíos y más de 4.000 de uso turístico o esporádico.
El incremento de los precios del alquiler durante los últimos años tiene más que ver con otros factores: los cambios legales del PP-PSOE para “dinamizar” el mercado de alquiler, la avaricia insaciable de las inmobiliarias, la dinámica de cartel que impone el oligopolio de los grandes portales como Idealista o Habitaclia y, sobre todo, la llegada constante de grandes capitales multinacionales al mercado inmobiliario español.
En este sentido, cuando en Bote dice que con la Torre Barceló se construye una “ciudad más atractiva, atractiva a las inversiones”, deberíamos empezar a temblar. Por ejemplo, ¿sabías que algunas de las promociones de vivienda más importantes que hay ahora mismo en Mataró están en manos de fondos de inversión de dimensiones planetarias? Uno de los edificios en construcción en el Rengle, así como la promoción “Alocs” en Ronda Cervantes, son de ViaCélere, propiedad de Värde: un fondo norteamericano especializado en la compra de deuda de gobiernos y empresas en dificultades. O la promoción Joan Fiveller, en el barrio del Palau, es propiedad de Altamira, del fondo de inversión italiano doValue. Culmia, la promotora del edificio Mirador del Maresme (frente a la estación de tren) y de otros dos edificios en el Rengle, pertenece a otro fondo norteamericano Oaktree, especializado, de nuevo, en el negocio de los buitres: comprar deuda de gobiernos, empresas y familias en dificultades. Es decir, Bote ha regalado la Mataró del futuro a los mismos fondos buitre que han hecho y están haciendo negocio con los cadáveres de la crisis del 2008; los que se quedaron, a precio de ganga, con los pisos embargados por los bancos; los mismos fondos buitre que acumulan cientos de viviendas vacías en los barrios de Mataró y ejecutan desahucios cada día de la semana.
Pero todo esto se queda corto al lado de Stoneweg, la promotora de la Torre Barceló. Esta empresa hispano-suiza acumula todas las “red flags” que puedas imaginar. Es la promotora del museo Hermitage y de la Copa América, dos macroproyectos que han causado un profundo malestar vecinal en Barcelona, por no tener en cuenta las necesidades del entorno y alimentar el turismo masivo y la gentrificación. Stoneweg ha invertido en Glovo, el gigante del trabajo precario y de los falsos autónomos. Es también la promotora de los chalets de lujo en la cala de Sa Riera, Begur, un escándalo público y judicial por la destrucción de un paraje natural sin estudio de impacto medioambiental. Curiosamente, también es la nueva propietaria de la antigua sede del PSC en Barcelona, donde están construyendo pisos de lujo.
En resumen, la Torre Barceló es obra de un gran fondo de inversión con una reputación infame y notables vínculos con el negocio turístico. Por tanto, que la apariencia monstruosa de la Torre Barceló desdibuje completamente el skyline de la ciudad es seguramente el menor de los problemas que supone para los mataronenses. Toda la operación inmobiliaria que se está produciendo en la fachada marítima de la ciudad pone alfombra roja para la gentrificación y la turistificación. Por ejemplo, incluso a estas alturas, con la concesión de licencias turísticas paralizada, solo la Torre del Rengle suma seis viviendas de uso turístico (con licencia). Las imágenes de piscinas lujosas con vistas al mar, que se están utilizando para promocionar los pisos, son un suculento reclamo para expatriados y veraneantes de Pedralbes. Tampoco olvidemos que, hace poco, la concejala de urbanismo decía que, según Stoneweg, muchos de los pisos de la Torre Barceló los comprarían “personas” que después los pondrían en alquiler. Intentaba quitar hierro a la noticia de que las 192 viviendas no serían de alquiler, pero lo que hizo fue confesar, como quien no quiere la cosa, que la Torre Barceló está pensada para inversores.
Cuando la vivienda es una mercancía para engordar las cuentas corrientes de los mismos de siempre, nuestras ciudades y nuestros barrios se ponen a la venta al mejor postor. Y los políticos, como nuestro alcalde, se apresuran servilmente a bailar al ritmo del dinero de los super-ricos, de turistas y de grandes inversores internacionales.