Las fajas ya están en el cajón donde hibernan, las camisas azules y los pantalones blancos ya están listos para la última colada, y los hombres y mujeres que llevan nueve meses haciendo castillos descansan. Se ha acabado la temporada castellera y eso, en el Maresme, significa que los Capgrossos han cerrado el chiringuito. Lo han hecho con un regusto dulcísimo y un último ingrediente que redondea la receta del año. La mejor de las guindas: el pilar de 7 con folre.
En Terrassa, unos grandes Minyons de Terrassa lograron un triplete de gama extra con el 5 de 9 con folre, la torre de 9 con folre y manillas, y el 9 de 8, además del pilar de 6.
Por su parte, los Castellers de Sants tuvieron en el 4 de 9 con folre su mejor castillo.
Los Capgrossos regresaban a la diada de los Minyons de Terrassa, el epílogo de la temporada castellera. Con un agotamiento palpable, sí, pero al mismo tiempo con el acierto de encontrar, hasta el último domingo del año, algún aliciente en la actuación. La temporada ha sido de altísima nota, excelente de esas holgadas, y de hecho puede decirse que se notó menos tensión castellera de la seguramente deseable para los mataronenses. Pero al final de la diada llegó el premio a muchos meses de trabajo obstinado: el pilar de 7 con folre, el único castillo de los intentados este año que aún faltaba en el álbum de cromos, hizo todavía más feliz la despedida de la temporada.
El pilar de 7 llegó tras tres buenas rondas de castillos: un 3 de 9 más incómodo de lo que suele firmar la colla, el segundo 4 de 8 con aguja en una semana, más luchado, y un 5 de 8 solvente. Tres rondas definitivas de la temporada, concluyentes. Destaca el 4 con pilar por haberlo repetido una vez recuperado. El margen de mejora de la colla, que existe y tiene recorrido, pasa por aumentar las estadísticas de castillos de 9 y de 8 y medio. Retos para la cesta del próximo año, en todo caso.
La última diada de Víctor Payerol como cap de colla terminó con el pilar de 7. Un pilar que la alineación renovada estrenada hace un año culminaba un camino despejado con esfuerzo, pero no exento de arañazos. Detrás del feliz espadat con folre exhibido en Terrassa, exigente pero no al límite, hay un montón de horas, semanas, pruebas y esfuerzos. Hay una necesaria complicidad entre las piezas -también está el recuerdo y homenaje a l’Herre- y hay una lección castellera: incluso el reto técnico más difícil puede ser posible si se le pone mucho trabajo, entusiasmo y perspectiva colectiva. Es un éxito de toda la colla, que hace bien en irse de vacaciones con una sonrisa de oreja a oreja..
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