El Camí de la Geganta es el eje vial perfecto de la ciudad de Mataró y al mismo tiempo su avenida ciclista por excelencia. En París tienen los Campos Elíseos, en Sanremo la Via Roma o en Niza el Paseo de los Ingleses. En Roubaix un velódromo. En Mataró, el Camí de la Geganta. Puede parecer poco, pero podríamos llamarlo 'el camino de los ciclistas' si no fuera porque tiene un nombre tan propio como querido y singular. Y si a toda una 'ronda urbana' le llamamos Camí de la Geganta a lo que es protagonista le podremos dar un título adecuado.
Tadej Pogačar ha sido este martes el Robafaves del Camí de la Geganta de Mataró en la salida de la Volta. Tanto es así que el topónimo no tiene nada que ver con la figura, vamos al grano y entronizamos al mejor ciclista del mundo porque solo al estar allí ha convertido la salida de la Volta en algo más multitudinario y sonado que los años anteriores. Solo estando allí y tomando la salida, Pogačar ha gobernado el mediodía de este martes de San José. Sus fotos, por borrosas o movidas que hayan salido, están hoy en muchos móviles y grupos de Whatsapp. Quien ha visto a Pogačar lo dirá en casa, en la pandilla, en clase o en el bar. Quizás durante días. No hay ningún ciclista que se acerque al aura que desprende este chico de la misma manera que ninguna creación de cartón piedra se acerca al firmamento que supone el Robafaves. Solo con la mirada ya imponen. Son preponderantes en el sentido más literal del adjetivo.
Las similitudes de Pogačar con nuestro gigante terminan aquí. El esloveno es más bien poco. Moldeado como la gran mayoría de los ciclistas que se hacen fuertes en el Parc Nou para luego ir a ritmo tranquilo hasta el Experience y más allá, Tadej es un chico fuerte como un roble. Está delgado de solemnidad y rueda con una gran elegancia. Pero además resulta que es simpático y guapo. Genio y figura. Parece buen yerno. Lo habríamos invitado todos a crema y melindros, hoy.
Sonriente, al pie del autobús Cuando apenas comenzaba el control de firmas previo a la salida de la Volta, y todo el despliegue de autobuses de equipo era una colección de fortines cerrados, ya había gente delante del vehículo de la UAE. Esperaban y encontraban, porque tenían a Pogačar haciéndola petar, vestido en chándal, ajeno a rituales introspectivos y sonriendo al personal. Hemos visto salidas durante años y en ninguna otra ha habido nombres que hayan sido tan protagonistas. El año pasado teníamos a Remco Evenepoel con el arco iris en el pecho. Pero nada comparable a un Pogačar que el domingo ya había estado en Mataró. Sí. Al día siguiente de casi ganar la Clásica Milán-Sanremo, la más larga de todas, resulta que lo llevaron del aeropuerto del Prat a Mataró y de aquí se fue a Tossa en bicicleta. Como quien estira los pies por el Puerto de Mataró y llega a la punta del brazo. Silbando.
Desprende tranquilidad, Pogačar. Quien no lo ponga en consideración e importancia tiene derecho, pero de aquí a unos años que no diga que lo vio y no sé qué más. Pogačar es, en potencial, el segundo mejor ciclista de la historia. Aún no, pero lo será. Lo tiene todo. Lo más parecido a un Eddy Merckx sin necesidad de ser el belga, el casi bíblico 'Caníbal' del ciclismo. Alguien que lo disputa todo y gana casi todo. Y que cuando queda segundo o tercero (como en el Tour, como en Sanremo, como en Sant Feliu de Guíxols ayer) aún es más legendario.
Pogačar no ha venido solo, obviamente. Y si el entusiasmo se mide con decibelios, vale la pena decir que como siempre que se está en Cataluña hay una candidatura clara a la victoria popular. Si Sepp Kuss, del Visma, ya era estimado antes de la última Vuelta, ahora lo es aún más. El escalador americano-berguedà parece la gran alternativa a Pogačar si es que alguien puede acercarse al Robafaves. En todo caso, el Camí de la Geganta lo ha animado, también, de valiente. Entre tanta estrella, casi por rutina, también ha tenido mención el líder accidental de ayer que dejará de serlo hoy: Nicholas Schulz.
La expectación y la gente nunca falla Más allá de esto, como siempre pasa, la mañana ha sido día de sacar el hocico y hacer tertulia. Congregación de las tres J presentes: jubilados, juventud y 'vuelvo' profesionales como siempre hay en todos los trabajos. Aquí cada uno lo vive a su manera y dice lo que quiere y duele.
Pogačar corre por los Emiratos Árabes, cosa que puede hacer fruncir el ceño. También puede hacerlo pasear y ver nombres como Bahrein o Israel, por más que estos últimos y en plena guerra genocida tengan el nombre escondido en el bus, con una alegórica estrella de David y fuera. Hay quien puede molestarse porque es la última vez que tendremos en Mataró a Thomas De Gendt o quien prefiere perder la cuenta de las veces que ha venido gente como Gesink o Taramae. Hay entusiastas del producto estatal, siempre delante del equipo Movistar, donde ha vuelto Nairo Quintana. O de Landa. O los que están pendientes de las bicicletas más que de los ciclistas. Hay quien pica las vallas como si fuera una llegada o los que se van cerca de Sant Simó por donde se pierde la estela de los ciclistas con su Robafaves al frente.
El Camí de la Geganta comienza a desmontarse cuando todos se vuelven de donde venían. Poco a poco volverá a ser la calle de siempre y de los ciclistas se acordarán los más reputados aficionados. Los mismos que recuerdan a Peter Sagan ganando aquí en un final de etapa aún en medio de la Covid. Fue uno de los últimos triunfos del eslovaco, un gran campeón muy idolatrado pero seguramente menos recordado que el gran protagonista de hoy. Proyectando años adelante y esperando que no sea la única vez que lo haga, la batallita que se contará a los nietos es que hubo un 19 de marzo soleado que vimos a Pogačar, que nos sonrió y que se fue solo para ganar la Volta. Porque en Robafaves gana siempre.