"Melindros, muchos melindros". Se tiene que leer con tono de "Bond, James Bond". Este sábado es San José y toca buen ágape, después de una comida de más o menos consideración, tiene que aparecer la crema propia de la celebración. 19 de marzo, día del padre para el Corte Inglés y acólitos y réplicas y Sant José para la gente que habla normal. Esta es la primera disquisición de la jornada.
Melindros, muchos melindros. Acompañando la mejor crema del año hay muchos melindros. De hecho, hay que confesar que hay personas notoriamente imperfectas a las cuales nos gustan mucho más los melindros que no la crema. El momento de la comparecencia del postre específico, con aquel ritual suyo de quien la quiere quemadura y el que no, que si una tartaleta tiene más o menos, que a ver si ha quedado bastante densa o no hay manera de emular la que hacía la abuela… mientras todo esto pasa la bandeja de melindros resto indefenso y puedes ir tirando vía.
En tiempo de egos y recargolaments, de convertir cualquier anécdota en epopeya y la más mínima come en símbolo, el melindro tiene el do de la ubicuidad, un actor secundario perfecto. Asociado al chocolate deshecho y la crema en una cosa, esta de mojar, que es el único relacionado con este elemento al que podemos encontrar una cierta ascendencia propia. Porque por todas partes hacen y comen, a muchos lugares los usan en un pastel o postre, como ingrediente, pero la devoción enconada que tenemos para mojar en casa nuestra sí que nos convierte en notables evangelistas de este verbo y sus aplicaciones.
Mojamos el pan con tomate, mojamos el pan mientras degustamos guisos o platos (a los que posamos picadura solo porque la emulsión sea 'sucable') y esperamos con deleite de erotismo preliminar una taza de chocolate deshecho (si viene con nata es un suizo y todo excel·leix cuando lleva a los helvéticos de apellidos) para mojar. Mojar de lo lindo. Mojar cómo conejos. No hay nada cómo mojar y nada se moja mejor que el melindro.
Melindros comunes
Melindros, muchos melindros. Hablar de los melindros nos tiene que llevar a su variabilidad en todo el mundo y especialmente a las culturas gastronómicas más próximas y, por lo tanto, primas germaes. Ya se sabe que con la comida es un ejercicio iluso describir las realidades como independientes y estanques. Aquí todo el mundo se lo hace con todo el mundo, como cals Borbones. Y el melindro más o menos, como variante esponjosa del bizcocho o aplicación concreta, fornejada e individual del pan de pellizco es común y colectivo. Si cogemos el mapa, pero, encontramos cosas curiosas.
Nomenclatura: en castellano ortodoxo del melindro se dice 'bizcocho de soletilla'. Ahí es nada. Diguent-me cómo me llamo, siempre he tenido como principio no hacer befa del nombre de las cosas, por eso solo lo hago constar. Bizcocho de soletilla!
De Francia a Italia hay los Alpes de bajo, una frontera y la línea fundacional del melindo que se cree originario de la corte de los Saboya (la familia real italiana, no aquel delantero argentino achaparrado, aquel era Saviola) que hicieron los primeros como honores de anfitrión un golpe que los visitó el Rey de Francia. Es de agradecer que de los tres elementos de la historieta (monarcas gavatxos, monarcas transalpinos y melindro) solo quede el resultado final. Selección natural, se decía. Una más de nomenclatura, que es precisa y viene a cuento. Del melindro en francés se dice "biscuit a la cuillère". Biscuit a la cuchara, porque así se le mujer la forma concreta y redondeada. Con una cucharada.
Pero sus bizcochos no los mojan. Ay las! Los utilizan de complemento, de base, de elemento clave de pasteles y postres por los cuales el esponjositat y el elemento corpóreo. Ya los saben hacer jugar, ya, los punyeteros! (punyeteurs y punyeterinis, deben de ser?). Los unos los empren de base del famosísimo tiramissú (que solo ellos hacen cómo tiene que ser, te dirán) y los otros en pasteles plenamente recomendables cómo la carlota .
Cómo tiene que ser un buen melindro?
Aquí nos confesaremos: somos de un goloso que tiende a la golafreria si no se nos posan límites. Y cómo que no conviene excederse, somos partidarios que por Sant Josep (y siempre que se pueda) los melindros a tabla sean buenos. Los que nos podamos permitir, pero bonos. Por lo tanto quizás es menester de preguntar cuál es el secreto de un buen melindro, dulce, pequeño, simple y completo. Con el que podamos mojar de forma desenfrenada.
El Antoni Pons, maestro de la Sacher y vecino de Capgròs, responde. "El melindro tiene una elaboración delicada. La base es un buen vareo de huevos y hay que trabajar con mucha delicadeza cuando se introduce la harina. Las claves son los tiempos. El vareo se desbrava rápido por el que hay que ser rápido al ir al horno pre-calentado a los 220 grados". Pues ya lo sabéis, palabra de experto.
Melindros, muchos melindros. Por Sant Josep y todo el año. Con crema. Mojáis, mojamos, que mojen. Que moje todo el mundo que pueda. Y que una cosa tan pequeña nos pueda producir el que nos produce!