La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda hacer al menos 150 minutos de ejercicio moderado a la semana, que equivale a andar 30 minutos a paso ligero, al menos cinco días. Aun así, la mayoría no cumplimos con estos mínimos. De hecho, se estima que entre el 30 % y el 40 % de la población adulta es sedentaria, es decir, hace actividad física con poca frecuencia. Esta inactividad está directamente relacionada con nuestro estilo de vida.
La falta de actividad física es el cuarto factor de riesgo por la salud en el mundo. Afecta a todo tipo de dolencias, incluyendo las no transmisibles, cómo son las dolencias respiratorias y cardíacas, la diabetes o el cáncer. De hecho, dejando a un lado el peso corporal, son diversos los estudios que relacionan la inactividad física con el cáncer de mama y el de colon.
Así pues, hacer ejercicio físico comporta mejoras en el funcionamiento del coro y los pulmones y de los músculos y huesos. Además, hay que destacar que la actividad física no solo reduce el riesgo de sufrir cáncer o dolencias no transmisibles, sino que cuando ya sufrimos alguna dolencia puede ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida.
Más fácil del que parece: incorporar ejercicio al día a día
Cómo incorporar el ejercicio físico en el día a día? Es importante reflexionar sobre la utilidad de hacer ejercicio, los beneficios que aportaría, así como, qué actividades se quieren hacer y se es capaz de llevar a cabo. Si ya se ha creado una rutina de actividad, sin duda es un gran paso para mejorar la salud. Es muy valioso no perder esta rutina. Por eso, se pueden buscar nuevos espacios de actividad física que no se hayan hecho hasta el momento, que contribuyan a mantener la motivación y complementar el ejercicio que ya se está haciendo.
Si se lleva tiempo sin hacer ninguna actividad, el más probable es que no se tenga la misma forma física. Por eso, es crucial tomárselo con calma y prevenir las lesiones. Es necesario mesurar las capacidades actuales e ir progresando despacio.