Si todavía existiera un concurso como el "Mataroní del Año", Adrián Villalba sería un buen candidato. Este brillante investigador mataroní ha vivido en París durante años. Hace un año, recibió un importante premio de bioética de Grífols y ahora es noticia porque ha publicado un libro que promete tener recorrido. Es un volumen de divulgación, lógicamente, con una de las editoriales más grandes de España, Almuzara.
En "Explorando la medicina del futuro. La ciencia de la esperanza", Adrián Villalba habla sobre terapias experimentales desde el conocimiento directo. Villalba busca poder publicar su libro en catalán y está convencido de que la investigación es la esperanza de una medicina mejor en un futuro que ya está llegando. Ha atendido desde París a Capgròs.
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¿Cómo llega un mataroní a vivir en París y escribir este libro sobre las terapias médicas del futuro?
Hice mi tesis doctoral en el Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol (Can Ruti), donde estábamos desarrollando una terapia combinada para el tratamiento de la diabetes tipo 1 en ratones, una enfermedad que padezco. Justo cuando terminaba mi tesis, en 2020, Europa financió un proyecto de 5 años (llamado ISLET) en el que científicos de diferentes países intentarían desarrollar una terapia basada en células madre para tratar la diabetes tipo 1 en pacientes. Me seleccionaron para el grupo ubicado en París para trabajar en este proyecto, y ya llevo tres años en Francia, donde estudiamos cómo se desarrollan las células que producen insulina en el páncreas de fetos humanos para intentar generar estas células en el laboratorio y trasplantarlas a los pacientes.
Siempre he estado muy involucrado en el mundo de la divulgación. Considero que los científicos debemos alejarnos del prototipo del intelectual que vive aislado en una torre de marfil. La gente tiene ganas de saber lo que se está investigando y nosotros tenemos la responsabilidad de transmitir ese conocimiento. En 2021 coordiné un libro de divulgación titulado "GENES" con Almuzara, una de las editoriales más grandes de España, y tras el éxito en ventas y crítica, hablamos de publicar otro libro. Cuando me preguntaron sobre qué ideas tenía, supe que necesitaba hablar sobre terapias experimentales, que ya están en ensayos clínicos, pero que aún necesitarán años de estudio y perfeccionamiento antes de llegar a los hospitales.
¿Cuáles son las terapias médicas más impresionantes y revolucionarias que exploras en el libro?
Lo que más me impactó fue la historia de Kris Boesen, un joven estadounidense que quedó tetrapléjico debido a un accidente de tráfico. Fue trasplantado con médula espinal generada en laboratorio y ahora ha recuperado parcialmente la movilidad. Aún está en silla de ruedas, pero ha pasado de no poder mover ninguna extremidad a subir vídeos en YouTube jugando a videojuegos o levantando pesas. Otro caso muy visual es el de un niño de ocho años que padecía una enfermedad rara, epidermólisis bullosa, que hacía que su piel se desprendiera prácticamente a tiras. Con edición genética, algunos médicos pudieron reemplazar la mutación en el gen del colágeno y hacer crecer un metro cuadrado de piel en el laboratorio. Después del trasplante, esta piel se comportó como si fuera la original, creciendo al mismo ritmo que el resto del cuerpo de este niño y sin efectos secundarios.
¿Cómo ves el papel de la modificación genética de bacterias en el tratamiento del cáncer?
El cáncer es un conjunto de enfermedades a menudo muy diferentes entre sí, aunque las agrupamos bajo el mismo nombre. Hoy en día, es la familia de enfermedades más investigada y donde encontramos un mayor número de posibilidades terapéuticas. La modificación genética de bacterias implica alterar su genoma, ya sea cambiando sus propios genes o añadiendo otros, para destruir las células tumorales. Creo que todavía es una de las terapias que está más lejos de la clínica, de entre las que menciono en el libro. La incluí porque me parece fascinante la idea de modificar organismos vivos, como las bacterias, con el propósito de dirigirlos a un lugar específico del organismo y alterar el funcionamiento de las células (en este caso, las tumorales). Esta idea se explotó en libros y películas de ciencia ficción hace veinte años, y hoy en día somos capaces de hacerlo en el laboratorio, aunque sea de manera experimental. Es asombroso cómo el conocimiento científico nos permite aprovechar las herramientas de la naturaleza para nuestro propio beneficio terapéutico.
¿Cómo puedes resumir las implicaciones médicas y éticas del "bebé de diseño" mediante la edición del ADN?
Cuando hablamos de bebés de diseño, lo primero que nos viene a la mente es un escenario futurista en el que podemos elegir el color de ojos o cabello de nuestros hijos. Esto no parece estar a la vuelta de la esquina, pero ya podemos elegir, a través del Diagnóstico Genético Preimplantacional, qué embriones se implantarán en una sesión de fecundación in vitro. En la actualidad, solo se nos permite identificar mutaciones conocidas, como la trisomía del cromosoma 21 que causa el Síndrome de Down. Ahora podríamos dar un paso más y corregir algunas mutaciones directamente en el embrión, utilizando tecnología de modificación genética. Queda tiempo para mejorar la técnica y asegurarnos de que se pueda utilizar de manera segura. Pero abre la puerta a plantearnos si deseamos erradicar algunas mutaciones que causan enfermedades en las futuras generaciones. En el libro, no entro en la cuestión ética de si es deseable o no. Sin embargo, considero importante estar informados sobre la técnica y sus posibilidades para tomar la mejor decisión posible a nivel de población y lo que deseamos para las generaciones futuras.
Hablas sobre la "biología DIY" en el libro; ¿qué preocupaciones plantea este movimiento?
La preocupación principal en torno al término "DIY" (Do It Yourself, hazlo tú mismo) es el riesgo de escapar a la regulación. Las organizaciones encargadas de diseñar y producir terapias, como un laboratorio público o farmacéutica, están reguladas por la legislación vigente, y todas las etapas de la fabricación de medicamentos están controladas y sujetas a numerosas pruebas de calidad. En el momento en que esto se traslada al ámbito personal, y cualquier persona sin suficiente conocimiento puede utilizarlo, existe el riesgo de obtener resultados no deseados para la sociedad en general.
¿Cuáles son los desafíos que enfrenta el campo de la MedTech (Tecnología Médica)?
Hoy en día, tenemos robots que pueden realizar microcirugía e incluso llevar a cabo operaciones en las que el cirujano se encuentra al otro lado del mundo. Para cirugías muy precisas, como algunos cánceres de próstata, el futuro está en estas máquinas. El mayor desafío que enfrenta este campo es abaratar la producción de estas máquinas para que sean más asequibles y lleguen al mayor número de hospitales.
¿Cómo crees que la inteligencia artificial ha transformado la investigación médica y la atención al paciente?
En el libro, explico un caso muy interesante: cómo la inteligencia artificial es capaz de analizar mamografías con mucha más precisión que cualquier médico. El Instituto del Cáncer de los Estados Unidos cree que el 20% de los cánceres de mama se diagnostican tarde, con las implicaciones que esto tiene para la supervivencia de los pacientes. Esto no significa que el papel de los radiólogos haya terminado; son fundamentales para confirmar diagnósticos y realizar pruebas. Sin embargo, con las herramientas actuales, como la mamografía, sabemos que la inteligencia artificial puede desempeñar un papel clave en la interpretación de los datos, tanto diagnosticando casos que escapan a la vista clínica como descartando falsos positivos (personas sanas diagnosticadas erróneamente).
Hablas de la "esperanza" como un recurso médico; ¿qué te gustaría que los lectores aprendieran sobre este tema?
Más que un recurso médico, creo que la esperanza debe ser un recurso social. Hay mucho trabajo detrás de las terapias que actualmente se están probando en ensayos clínicos. Pueden pasar veinte años desde que un investigador hace un descubrimiento hasta que se materializa en un medicamento. El objetivo de este libro es enseñar que la investigación no es un mero trámite, que hay muchas terapias actualmente en prueba y que tienen muchas posibilidades de llegar a nuestros hospitales en un futuro. Este es el recurso que debemos valorar y apoyar si deseamos tener esperanza como sociedad, el de la investigación.
De todo lo que planteas en el libro, ¿qué es lo que un paciente corriente del sistema de salud actual podría ver más pronto?
En el primer capítulo, hablo sobre las pruebas genéticas y cómo, mediante una prueba de ADN, podemos saber si somos buenos candidatos o no para recibir un fármaco específico. Esto ya existe para algunos medicamentos, pero cada vez tenemos más información sobre la interacción entre ciertas terapias y genes específicos. Creo que no estamos lejos de ver esto de forma automatizada en hospitales e incluso en consultorios médicos.
¿Hasta qué punto planteas escenarios distópicos? ¿Qué debería cambiar para tomar algunos de los caminos que planteas?
Cada capítulo de este libro comienza con una historia real, a menudo incluso con los nombres de los pacientes. Sin embargo, hay un capítulo en el que la historia es ficticia. En el capítulo de medicina reproductiva, abordo el tema de los gametos artificiales, óvulos y espermatozoides generados a partir de células madre. Aún no podemos hacer esto con células humanas, pero ya se ha logrado con ratones. Si se logra, el horizonte reproductivo se expande mucho más allá de los límites actuales. Mujeres posmenopáusicas, parejas del mismo sexo... todos ellos son candidatos para reproducirse biológicamente con esta técnica. Creo que tarde o temprano, este escenario también llegará a la medicina reproductiva actual.
¿Cuál es tu visión personal sobre cómo evolucionará la medicina en los próximos años?
Creo que la medicina tiene una dimensión social y política lo suficientemente importante como para anular cualquier predicción basada en el conocimiento científico actual. Lo menciono en el prólogo. Debemos esperar que todos estos avances científicos lleguen a los hospitales cuando necesitamos una cita en el centro de salud y nos dicen que será en dos meses. Sería lamentable que no pudiéramos disfrutar de los recursos científicos que hemos financiado con los impuestos de todos porque somos incapaces de gestionar y distribuir adecuadamente los recursos que tenemos. Me gustaría que este libro también sirviera para concienciarnos sobre el valor de la investigación en nuestras vidas y cómo debemos exigir a los líderes políticos que la respalden y luchen para que sea una herramienta fundamental en la construcción de nuestro futuro.