El arquitecto mataroní Agàpit Borràs es el hombre clave que ha motivado la investigación, desde hace más de 20 años, de la sala subterránea que teóricamente se encuentra al subsuelo de la plaza Grande. Fue al 1993 cuando Borràs se enteró de la posible existencia de este espacio. "El señor Osarans, albañil, que entonces tenía 90 años y estaba muy lúcido, me cogió por el brazo y me dijo 'Agàpit, esto era muy gordo, llegaba hasta la plaza Chica y todo'", recuerda el arquitecto. Osarans fue una de las tres personas que descubrieron "" este recinto en 1937, en plena guerra Civil, durante unas obras al pavimento de Can Mogas, una tienda de víveres a la esquina de la plaza Grande con la calle de Santa Maria. Los otros, según el testigo del albañil, fueron el señor Montserrat, de la bodega que había donde hoy se encuentra el estanco de la plaza, y el señor Mas, propietario de una tienda de gorras y barretines.
Borràs considera que su existencia "no es ninguna leyenda urbana". "Siempre me he creído este testigo, y además tiene sentido que haya una sala subterránea en este emplazamiento" constata. El arquitecto cree que el más probable es que el recinto, en plena yema del huevo de la ciudad romana y medieval, date del siglo XVI, cuando Mataró se amuralló. "Era habitual cuando esto pasaba que las ciudades que contaban con conventos, iglesias y edificios públicos se dotaran de salas y de caminos subterráneos, como almacenes o como vías de fuga cuando estaban rodeadas por el enemigo", explica. Hay varios documentos históricos que ligan l creación de estos espacios a la construcción de las murallas mataronines.
Borràs lideró las primeras exploraciones realizadas en 1993, cuando Manuel Mas era el alcalde, Salvador Milà el regidor de Urbanismo y Carmina Benito, la de Cultura. Se van media docena de intervenciones, entre prospecciones, entradas a una cloaca de la plaza, y exploraciones desde la tienda donde teóricamente había la escalera, pero no dieron resultados. 20 años después se realizaron exploraciones geofísiques con radar. "Las nuevas tecnologías nos permiten hacer intervenciones menos costosas y más eficientes", constata Borràs. Cómo que en estas nuevas exploraciones se detectaron anomalías por posibles movimientos de tierra, el pasado domingo se procedió a hacer la cata. El hallazgo de restos romanos, pero, lo ha parado todo, y hay que buscar nuevas estrategias para seguir la investigación.
Elemento dinamizador
Borràs considera que el posible descubrimiento de la sala subterránea dotari de valor este espacio del casco antiguo. "Si disponemos de una sala subterránea grande, y la podemos ligar al futuro equipamiento que se haga a Can Cruzate, tendríamos un activo muy importante", destaca el arquitecto mataroní.