No hay día que no salga a la calle que alguien no me pare para decirme que esto de los nuevos carriles bici ha reducido enormemente la posibilidad de encontrar aparcamiento y que genera grandes atascos en la hora de circular. Además de la polémica que toda obra pública genera, sin excepción -y del sesgo excesivamente fundamentalista e ideológico sobre el que algunos de nuestros gobernantes locales entienden por movilidad sostenible- hay un problema que tiene mucho que ver con el sentido de la oportunidad, la racionalidad y el comportamiento.
De los nuevos carriles bici que se están poniendo en marcha, nadie sabe del cierto –o no nos lo explican- si hay bastante demanda que lo justifique.
Nos podemos encontrar con la paradoja que su implantación solo sirva para generar más problemas de tráfico, más atascos y, por lo tanto, más contaminación, aconteciendo para la mayoría unos carriles bici poco sostenibles. Toda una paradoja que puede acabar generando más perjuicios que beneficios.
Quizás tienen cierta razón los que piensan que detrás de esta extraña celeridad tiene mucho que ver una actitud de trabajar de cara en la galería; es decir, la de gobernar más por imagen o por apariencias, que no por convicción.
Es realmente progresista hacerlo de este modo?. Me temo que no.
Parece una obviedad que hay que trabajar para priorizar al peatón y la bicicleta en la red viaria y que, egurament, este se un objetivo loable, pero también lo es que exige hacerlo con mucha pedagogía, cómo todo el que se hace desde la administración pública, cómo dejó dedo hace años un socialista de piedra picada cómo Rafael Campalans Tiene que ser y se tiene que hacer así, si realmente se quiere incentivar un transvase de desplazamientos que actualmente se hacen en vehículo privado hacia otros más sostenibles, cómo se presupone que serían el uso de bicicletas o de otros medios de transporte más cuidadosos con el medio ambiente.
Y aquí es donde rae el núcleo del problema. Si los carriles bici no funcionan o se los ve cómo un destorbo, iremos atrás en cuanto a su necesario despliegue en el futuro. Construir una ciudad habilitada para nuevos medios de transporte, no es cuestión de una semana, sino que exige y requiere un trabajo continuo y una apuesta decidida pero, por sobre todo, coherente.
Es cierto que una ciudad sostenible tiene que tener carriles adaptados para vehículos alternativos a los de los vehículos a motor. El problema es que a veces no hay espacio para tantas cosas y si no se hace bien se pueden pisar los unos a los otros. Todo ello puede acabar para suponer un trasbals de muchos ciudadanos que día a día sufren las afectaciones de tráfico en la cotidianidad de sus desplazamientos y, por lo tanto, requiere y exige planificación y comunicación, que es el que no se ha sabido hacer.
Si a partir de ahora se producen atascos monumentales y aumentan las criticas a los nuevos carriles, los responsables del desconcierto, con nombres y apellidos, serán consecuencia de la carencia de previsión y, sobre todo, comportamiento.
¿Sabemos con datos contrastados el grado de uso de la bicicleta para moverse dentro de la ciudad?
¿Se ha hecho antes de tirar tantos de recursos una correcta simulación de los flujos de tráfico?
¿Se ha trabajado en la planificación, señalizando preventivamente esta situación y marcando rutas alternativas para evitar cualquier tipo de molestia al ciudadano?
¿Se ha trabajado al comunicar todas estas afectaciones de una manera exhaustiva a la ciudadanía?
Me temo que no.
La decisión de los nuevos carriles bicis no ha sido ni una decisión valiente ni progresista. No ha sido valiente porque se ha priorizado con excesiva rapidez, no fuera caso que se perdiera la subvención recibida. Y puede no ser vista cómo una medida progresista, cuando por la ineficacia de algunos, pueden haber convertir una buena noticia en un dolor de cabeza.
Me gustaría equivocarme, pero tengo la convicción que con la actual ejecución de los nos carriles bicis, miles de ciudadanos se han quedado entre sorprendidos y boquiabiertos. Que nadie se extrañe que la distancia entre electores y electos se vaya ensanchando. Si este fenómeno de desafección ciudadana se consolida, a la nuestro ciudad le puede pasar de todo.
¿Hay alguien con ganas de enmienda?