El Instituto de Mataró Alexandre Satorras vivirá este viernes, día 31, una protesta muy especial a las once de la mañana. Una concentración de profesores y alumnos, juntos. La convoca el claustro de profesores y profesoras y cuenta con el apoyo del Sindicato de Inquilinas. Una protesta simbólica pero llena de apoyo y solidaridad con un compañero, el profesor del centro Josep Torrent, que a esa hora en Barcelona afrontará la amenaza de desahucio de su casa: la Casa Orsola. La primera víctima de un caso que se ha hecho muy mediático, por ser flagrante, une este bloque situado en el Eixample de la capital con Mataró.
Josep Torrent espera que llegue el viernes “nervioso, cansado y muy agradecido por el apoyo recibido”. Este vecino de la Casa Orsola de Barcelona es el primero de los inquilinos demandados por la propiedad -un fondo de inversión que compró el edificio en 2021- que afronta un desahucio. “Somos un ejemplo de manual de lo que está pasando en esta ciudad y en el área metropolitana, donde fondos de inversión compran fincas enteras y las vacían de vecinos”, afirma a la ACN sobre por qué su caso ha trascendido este edificio del Eixample y espera una movilización masiva de apoyo. Torrent pide a los responsables políticos que garanticen una vivienda digna con medidas como limitar los alquileres de temporada o velar para que no haya pisos vacíos de grandes tenedores.
La movilización impulsada por el Sindicato de Inquilinas para detener el primer desahucio de un inquilino de la Casa Orsola se prevé multitudinaria este viernes después de que decenas de entidades hayan hecho llamamientos a sumarse y que cuente con un acto previo de apoyo, este jueves por la noche, en formato “maratón” y con la participación de diversas personalidades. “Esperamos mucha gente”, dice Torrent poco antes de la fecha fijada en una entrevista a la ACN frente al edificio donde ha vivido 22 años.
El profesor de matemáticas del Satorras
Este vecino de 49 años, profesor de matemáticas en el Alexandre Satorras de Mataró, explica que ha recibido mensajes de personas que se encuentran en situaciones similares, a quienes les quedan pocos meses de contrato de alquiler. “Tienen miedo y están sufriendo. Tener que marcharse de casa tiene repercusiones. Si tienen hijos, piensan en la escuela, que quizás tendrán que cambiar a mitad de curso. Esto es un drama”, alerta. Preguntado por la presencia de la Casa Orsola en las últimas semanas en la agenda política, social, mediática e incluso cultural -las reivindicaciones encontraron un altavoz en la gala de los Gaudí-, Torrent insiste en que la vivienda es un problema predominante que afecta a muchas personas. “Dicen que la economía va bien, porque el PIB creció un 3,2% el año pasado, pero en cambio, los inquilinos cada vez somos más pobres, porque las mejoras salariales que podamos tener se las lleva el alquiler”, advierte.
Los alquileres de temporada triplican los precios: 2.700 al mes
Algunos inquilinos se marcharon después de recibir el burofax y estos son, advierte, “desahucios invisibles”. Otros decidieron que no se irían y él ha sido el primero que ha ido a juicio de los cinco demandados. Según indica el Sindicato de Inquilinas, en la finca también hay ocho inquilinos con rentas antiguas, seis con contratos habituales vigentes, siete contratos de temporada y un piso vacío. Los vecinos con alquileres habituales denuncian que los contratos de temporada triplican los precios y que la propiedad pide “hasta 2.700 euros al mes”. Sobre la relación entre los vecinos durante estos meses, explica: “Todos están con nosotros, incluso los de renta antigua, que en principio no tienen riesgo de ser desahuciados”. “Saben que si la propiedad tuviera un botón para rescindir sus contratos, habría sido lo primero que habría hecho”, asegura.
Torrent insta a las administraciones a garantizar el derecho a la vivienda y cree que el alquiler de temporada es “un agujero muy bien calculado” en la normativa. “Entiendo que el Ayuntamiento no puede comprar todos los edificios, pero hay medidas como limitar los alquileres de temporada; regular los de habitaciones; alargar los contratos o hacerlos indefinidos; bajar los precios; prohibir las compras especulativas y velar para que no haya pisos vacíos de bancos y fondos de inversión”, reclama.
- Sobre lo que pueda pasar el viernes, dice que prefiere no pensarlo e ir “día a día”. “Muchos compañeros de trabajo, vecinos, amigos del sindicato y familiares me han ofrecido una habitación en su casa. En principio, en la calle no dormiría”, dice.
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