La escritora mataronina Pilar Gonzàlez-Agàpito tiene una regularidad editora digna de un metrónomo: va a un libro histórico sobre Mataró por año. Es metódica y dedicada, sabe que la materia delgada con la que elabora sus volúmenes son testigos y memorias de gente mayor y es por eso que no para de trabajar. En pleno confinamiento, todavía con más intensidad incluso. Recientemente ha publicado un libro pero ya trabaja en los siguientes. Siempre exhaustiva, es incapaz de contar las horas de trabajo que hay detrás de cada uno de sus libros.
La escritora histórica más prolífica de la ciudad acaba de publicar 'Cafés de Mataró' donde repasa la historia narrada por testigos de 31 cafés de entre rondas de la ciudad. Los cafés y establecimientos del resto de ciudad, advierte, mujer por más libros. Es su octavo libro histórico después de los dedicados a la Plaza Chica, retratos de Mataró, la Riera, las fábricas, la calle de Barcelona, el Camí Ral y la Plaça Gran y el 2021 ya tiene título asociado: saldrá el volumen dedicado a la Plaça Gran.
La lectura de 'Cafés de Mataró' permite devolver en una ciudad de anteayer en la que ya encontrábamos nombres que todavía hoy son importantes, a pesar de que los cambios y mutaciones son una constante en antiguos cafés reconvertidos hoy en bares o restaurantes de cierto nivel. Encontramos las historias narradas del Ateneu, Iris, Can l'Albi, la Armonía o Can Laru a una banda de la Riera, de la España, el Novoa, el Canaletes, el Blinco, el Iluro, el Europa o el Popular a otra y también recorre el litoral para explicarnos la historia de nombres míticos como el Manduca, CanDimas , el Hostal del Mar o Can Maitanquis .
Una figura que seguramente ya no existe
Es probable que la figura del café tal y como era, como se narra y cómo retrata este volumen de González-Agàpito ya haya desaparecido. "Cuando la gente empezó a tener prisas, el café pasó a ser el bar actual", razona la mataronina. Qué es, pues, un café tipo del siglo XX? "Los cafés eran un espacio de encuentro, de aprendizaje, de tertulia, de hacer el café, copa y puro, también de jugar mucho y por lo tanto de disgustos por haber perdido dinero. Son espacios de mezcla y sobre todo durante décadas un espacio muy masculino, eminentemente masculino". De cafés había de diferentes y sobre todo a partir de empezar a dedicarse más a la comida algunos progresan. Es interesante reseguir los orígenes humildes de algunos de los grandes nombres de la hostelería actual de la ciudad.
Pilar González-Agàpito convierte cada volumen histórico en una compilación de testigos que ayudan a entender la ciudad de ayer como precedente del actual. Explica por ejemplo los sistemas rudimentarios de alerta que tienen algunos bares para advertir a los jugadores de alguna timba de la proximidad de la policía, la historia que se esconde detrás el nombre o apodo de algunos de los establecimientos como por ejemplo el lógico y entendedor Maitanquis, el Blinco o como todo el mundo decía 'los toreros' al Popular porque allá se cambiaban los protagonistas de las cursas de bravos que se habían hecho al inicio de la Calle del Carme.
Había cafés más politizados llamados "cafés de ideas" y la traza histórica que determinadas alcurnias ligadas a la restauración dibujan hasta la actualidad son ciertamente interesantes como el hilo que une la antiguo Manduca con los posteriores Can Manolo o el actual Sangiovese, el restaurante más distinguido del Mataró del 2020.
"Los cafés también eran espacios de celebración de bodas, con la comida a mediodía o de verbenas especiales en algunos casos y a su vez cuando rascas también conoces trayectorias del que ahora se dirían emprendedores que son especialmente exitosas", explica la autora. En este sentido destaca el olfato de Mesa de Reyes por la nueva figura del turista o la revolución que supone la llegada de la cafetera expreso.
La historia de los cafés de bajo a mar
La parte dedicada a los establecimiento cercanos al mar evoca un Mataró que en cierto modo ya no existe, desde las barracas que preceden el actual Dimas a las sopas de tortuga que se servían, las comidas de beneficencia o las visitas ilustres. También como el responsable conocía sus bancos de gambas como el labrador que cuida el huertecito. Uno de los preferidos de la propia autora es el Ateneo a la Riera "donde iban los gitanos ricos y también estaba lleno de historias la mar de interesantes" narra.
Un mapa ayuda a situar todos y cada uno de los cafés que la autora recoge, si bien la mitad mantienen nombre o ubicación en la actualidad. Esto permite ver las zonas con más concentración de cafés, donde la competencia incrementaba la clientela.
Como el resto de volúmenes de la autora, 'Cafés de Mataró' es autoeditado y se puede encontrar en las librerías locales.
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