El Grupo La Confitería, que el 2016 abrió la cocteleria Paradiso escondida detrás de un bar de bocadillos, ha inaugurado ahora una nueva cocteleria 'escondida' o 'speakeasy'. Si dices speakeasy, que en realidad no tiene nada a ver porque los speakeasies eran los establecimientos ilegales donde se vendía y consumía alcohol a los Estados Unidos durando los años de la Ley seca, quedas más cool, más guai, pero también más pretencioso. No, no eres misterioso ni atractivo para decir speakeasy. Time Out Barcelona detalla los encantos de esta nueva y sofisticada propuesta para disfrutar de la noche a la capital catalana: Monk (Abaixadors, 10) está detrás de un pakistaní y dentro de una finca de final del siglo XVIII: una fachada a prueba de bombas esconde un bar único en su categoría.
Un golpe dentro, te encuentras en un bar que combina arcos y vueltas góticas con instalaciones inmersivas de arte lumínico. El espacio es impresionante: todo un estudio de las variedades del rosa en un bar sobrio y señorial. El cabo de cocteleria, Giacomo Gianotti, explica a Time Out que "este es el hermano grande del Paradiso, porque hacemos una cocteleria más noble y reposada. Más fina y precisa, con menos espectáculo". Pero muy estética: los cócteles están pensados en orden a cómo la luz los impacta.
Una buena muestra d´este beuratge estratosférico es un maravilloso Philip Glass is Dry, homenaje al dry martini con una redestil·lació d´infusión d´algas, sake, cítricos y tintura de setas. Una bala de plata que acaba con gusto de bosque (y que se mantiene helado gracias a una piedra amatista). Que las copas tengan poco gadget no quiere decir que no haya un trabajo increíble a cada trago, apunta Gianotti. A la carta hay una interacción entre cítricos y ahumados que prueba una creatividad agobiante.
Cada trago está dedicado a un artista diferente (Kubrick, Moroder, Kraftwerk, Turrell...) y tiene un apartado de comer caribeny a cargo del Adnaloy Osío, chef venezolana que proporciona una almohada de delicadezas para picar con los dedos que van mucho más allá de llenar la barriga. Por ejemplo, un plato de nigiris tropicales hechos con arroz al vinagre frito y atún picando envueltos en una hoja de shisho morado (planta aromática conocida cómo albahaca china).
Viste todo este fastuoso catálogo, quizás sí que podéis decir que habéis ido a uno speakeasy y, en ningún caso, pareceréis aquello que decíamos al entradeta. Más bien al contrario, seréis la envidia de todo el mundo (hehe). Será una experiencia única y paradisíaca.
Fuente: timeout.es
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