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A la Feria de Mataró, el látigo es el principio y final de todas las cosas

Las atracciones de siempre, un coste no apto para visitarla a menudo y una sensación que la feria es mucho nuestra y hay que visitarla.

Pocas cosas hay más persistentes en el tiempo cómo el Látigo. Parada obligada de la Feria de Mataró desde sus inicios, es el lugar donde confluyen todas las familias y generaciones, porque en el fondo, si la feria sobrevive es para ser mucho nuestra, cómo pasa con las Santas y cómo no pasó con la Fiesta al Cielo. El Làtigo es el principio y final de todo. Donde los más pequeños primero pescan patitos y de golpe se hacen más grandes de la cuenta, y donde los grandes ya miran con miedo las caídas libres pero el Látigo los hace sentir vivos por dentro.

El Látigo es vintage, pero sobre todo es boomer. Los colores de la atracción recuerdan a un pirulo tropical, detrás de cada cabina hay las anillas de los Juegos Olímpicos cómo la Barcelona que nunca olvida el 92 y cuándo está a punto de arrancar, suena un sorollet que es exactamente el mismo que escuchabas al Pryca cuando un niño se había perdido. Son cuatro euros por persona, pero debe de ser de las que más ajustadas se encuentran en relación calidad-precio. Por algo sigue después de tanto de tiempo.

Longeva también es la atracción del Tren de la Bruja, aunque de bruja los dos ganàpies con mascareta de Halloween que van molestando con pistolas de agua y pequeñas escobas no tienen mucho. Pero a los pequeños los gusta intentar sacarle el enser (te dan un ticket gratis) y a los grandes no los agobia mucho. Siguiendo con la estética retro, la voz en off que arranca el tren te dice un 'Bienvenidos' que nos recuerda a una canción de Paco Pil, hecho que nos hace plantear si quizás el que es boomer no es la feria, sino la mirada. 3,5 euros por ningún luto cuando los niños no quieren subir solo, y la realidad es que hay una franja de edad ínfima en la cual niños y niñas los llama la atención y pueden subir sin los padres. Hay que aprovechar este tenedor si no quieres que se te dispare la inversión.

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Entre semana, todo es más fácil

La feria entre semana es agradable, porque no hay mucha gente y se puede pasear tranquilamente. A diferencia del año pasado, ya no hay restricciones de acceso y la primera bienvenida es la clásica paradeta de variedades. Muchos se fijan en las nubes de azúcar, pero aquí defendemos el coco. Antes de tener tiendas con eco-cosas, solo comíamos coco a la Feria, y esto también es una tradición que hay que preservar.

Coco en mano, Tren de la Bruja superado y Látigo venerado, no faltan las paradas de pinchar globos, de disparar con escopeta (de feria) y los camellos, imprescindibles para ganar algún peluche. El truco está al echar suave y centrado, buscando que si no haces agujero rojo, siempre caiga al moratón. Si tienes la muñeca caliente cómo un triplista de la NBA, eres el héroe de tus hijos por un rato. Son muchos años entrenando, se los dices.

No hay muchas sorpresas más. Las atracciones de agua se mantienen cómo en los últimos años, y si vas a la zona alta, sabes que no es lugar por los más grandes ni por los más pequeños. Es por la edad aquella rebelde que vas con los amigos, que te subes a las prisiones que quieren alto y a las versiones pasadas de vueltas de las atracciones de siempre. Una zona que tiene su target pero que queda lejos de quien lee estas líneas, seguro. echamos de menos una montaña rusa de primera y la nòria. Quizás ya no están de moda.

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Aquí dentro hay criaturas

Volviendo hacia abajo, queda el Pop Pirata, que gira sobre su eje pero cada pata hace girar a la vegada las cabinas que tiene enganchadas, haciendo unas elipses que bien podrían servir para explicar astronomía de forma sencilla. Vuelve a ser de aquellas atracciones intermitges, que no tienen la intensidad del Saltamontes y su efecto Megatrón, pero que te hace sentir cómo cuándo a Puerto Aventura te dejan subir a la estampida porque no tienes altura para hacerlo al Dragon Khan. A destacar la estrategia de precios del Pop: 12 euros tres tickets, pero 14 si son cuatro. Alguien entiende por fin que a veces los padres y madres suben para evitar desgracias, no por divertimento.

Porque el precio es objeto de debate. Si te encuentras alguien, te dice que todo es carísimo (a pesar de ser cómo el año pasado). Y bien es verdad que no ayuda que en una nòria infantil de 3 metros, te animen a subir con tus hijos por megafonía pero a la taquilla posa muy grande todo el que sube paga. Es evidente que si la feria no es rentable, a la vida nada debe de serlo.

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Más de 100 propuestas para disfrutar y gastar.

La feria de Mataró es cómo siempre, con trampas constantes porque los pequeños caigan y los padres paguen, con jóvenes de más de 14 y menos de 20 pensándose los reyes del mambo -si se vieran desde fuera-, con golosinas extremadamente grandes y caras (hasta 2,5 euros) y con la sensación que con un día basta, y que el fin de semana vinent te lleven los abuelos, hija.. Todavía está abierta hasta este domingo, día 12 y bien es verdad que, a pesar de todo, se tiene que ir. No deja de ser la nuestra.

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