Cinco consejos para hacer una sardinada en casa
Cinco consejos para hacer una sardinada en casa

Cinco consejos para hacer una sardinada en casa

A partir de mayo, los ejemplares del pez más popular están en plenitud y es tiempo de sardinades

Dicen que quién tiene un amigo tiene un tesoro. Siempre queda bien decirlo, sobre todo cuando te tienen que acoger en casa. Con la gente que en casa tiene patio, o terraza, o jardín, o salida y tiene muy instalada una barbacoa o parrilla para hacer fuego, el dicho hace el juego. Todos los amigos son un tesoro pero aquellos que pueden hacer de anfitriones de calçotades , costellades o el que se escaigui son directamente el mapa con la x marcada. Cada época del año tiene sus códigos de comer compartido y en el punto aquel en que la primavera empieza a hacer de verano (cuándo a Mataró se acerca la Feria, vaya) es oportuna de hacerse con las sardinas. De hacer sardinada.

Me avisa la abuela (que es quien entiende de pez adentro de mi burbuja) que las sardinas de mayo son las mejores de todo el año. A pesar de que con el pez pueda pasar cómo con la verdura y la fruta, que las temporadas se han medio diluido por obra y servicio de las piscifactorías, el consejo de quien domina el arte de escoger y cocinarlo, el pez, siempre tiene que ser bienvenido. Un par de mensajes a grupos de barriga-contentas y fit y hecho: primeras citas confirmadas en forma de sardinada.

La sardinada es un ritual sensacional de come compartida, un señor comida que quizás no tiene la llamada ni la practicitat otros recitales a la parrilla porque es algo más selectivo. Básicamente para hacer una sardinada y para disfrutarla se tiene que agasajar un solo requisito básico: que te gusten las sardinas. Descartados de la ecuación todos los especimens que no quieran igual que se tumbaban los personajes que no cuadraban cuando se jugaba al célebre "Quién se quién" es tan fácil como reunir los adeptos de la causa y seguir cinco consejos bastante básicos para poder disfrutar de una señora sardinada a partir de ahora, que del mar y de la plenitud reproductiva de la especie, nos vendrá la mejor representación.

La sardinada és un ritual sensacional

La sardinada es un ritual sensacional



Qué tendremos que tener en cuenta, pues, para hacer una sardinada a la brasa, cómo mandan los cánones?

1. Buen género. Déjate aconsejar.

Para hacer una sardinada de narices, la sardina tiene que ser buena. Cómo que es probable que no tengamos la vista de hace generaciones (aquel "que si el ojo, que si la ganya…") lo más recomendable es posarse en manso del peixater que nos sea de confianza. Por lo tanto tenemos que ir con el terreno labrado. Comer pez a menudo e ir a comprar nos asegurará a quién recorrer. Si tenemos la cita hecha con tiempo, avisémoslo. Tal día me hará falta tal. La medida puede ser importante pero todavía lo será más que el género sea bueno, en plenitud, del día, adecuado y perfecto. Una buena sardina como las que tenemos aquí es indispensable para que la cosa sea genial. Indispensable no hacer corto, o recibiremos malas miradas. Mejor echar largo que los comilones de sardina son difíciles de saciar. Hablo de oídos...

2. Ajo y perejil generoso y con buen óleo

La sardina se tiene que comer con ajo y perejil. Hay quien no lo hace del mismo modo que hay quién come calçots sin salsa o quien se hace el milhomes diciéndote que el arroz es más bono blanco que no hecho a la cazuela. Cuidémoslos, a estos, que siempre hace falta tener a quién apuntar si más tarde desbarrem. Pero no se los hagas caso. Prepara tú mismo ajo y perejil (pide el perejil a la pescadería, que te sabrá compensar la compra) y esfuérzate-. Prepáralo con tiempo, con óleo de aquel que parece marrón de fuerte que es. Pica bien el ajo y el perejil, trabajáis con equipo y quien lo asuma que sepa que es el cerebro de la operación. El Anibal de lo Equipo A: quien hace el plan. Preparáis en vuelos o en aceiteras especiales, segando si hace falta y se puede el pico por donde mana porque, si no, la sardinada quizás será demasiado una balsa de óleo. Y demasiado pronto. Que sea vivo, el ajo-y-óleo. Que riegue y empape la carne de la sardina y nos parezca que el aroma nos entra adentro como una alma.

3. Pan con tomate y ensalada para acompañar.

Las sardinas que comemos hacen de buen acompañar. El más clásico, fácil y nostrat es hacerlo con rebanadas de pan de labrador con tomate, que los más erotizados con la esencia del ajo y perejil incluso regarán de la mezcla para redondear el estallido de aliento y sentimientos. En todo caso, si somos más civilizados, limitémonos al pan mojado e ir desgranando la sardina por sobre o en todo caso acompañante. Otra virtud del pan es que si se diera el caso que alguna espina nos hace la pascua siempre será lo mejor atenuando para aligerarnos y hacerla ir abajo. Por lo tanto, también aquí, mejor que seamos generosos en la compra de pan. Otro acompañante que agradeceremos porque la cosa no se exceda de copiosa, será una ensalada que combine perfecto. El gurú gastronómico de las que hacemos en casa, en Dídac, siempre buscaba un buen tomate (el que permita la temporada) con cebolla y olivas negras.

Hi ha graelles especials per a sardines

Hay parrillas especiales para sardinas

4. Buena brasa pero un punto amansada. Y en su punto

Todo dispuesto. Vamos al fuego. Movilizamos la plenitud de ancho de parrilla que tengamos y como consejo, hacemos una buena cama de brasa previo. No posamos prisas anteriores, que el que conviene es poder hacer querencias seguidas y que el rescoldo sea equànim por todo el espacio en la medida que poguem. Si se quiere ir de lleny, hará falta más tiempo pero si vamos al carbón vegetal, sin hacer animalades pero seamos generosos. Necesitamos una buena brasa que, como consejo pícaro, cuando la veamos perfecto será mejor darle unos minutos. Del mismo modo que cuando tenemos demasiada hambre el peligro sería empacharse, el infierno rojo de la brasa viva todavía trabajará mejor si tiene un puntet amansat y si nos va cocinando las sardinas. Por cierto, el punto de las sardinas es cuestión de encontrarlo, pero tenemos que evitar de todas todas que se nos quemen. Más vale volver que no tenerlas que joder a mar por carbonitzades. Estemos atentos.

5. Vino dorado para acompañar y rebujito para hacer ir abajo.

Este consejo ya es más particular o, en todo caso, menos general. Qué se tiene que beber mientras tragas sardinas y disfrutas de conversación animada indispensable en una sardinada? Los partisans del vino tinto el brandaran, los golosos del blanco opositaran y siempre hay los que beberíamos cerveza incluso por glopejar después de lavarnos los dientes. En este caso, otra vez, hacemos caso a en Dídac que es quien hace las sardinas cuando hagamos la pandilla. Dice que el pertinente e indicado es el vino dorado, el vino de Gandesa, posado con tiempo en frío y si lo queremos hacer más armónico bebido a galet con el porrón. Que haya, que no falte. Y que Neptuno (Dios del mar y por lo tanto se supone que jerarca sobre las sardinas) nos coja confesados. Que todavía nos queremos esverar más? Cuándo hayan acabado y para encarar la tertulia más alocada, posemos rebujito. Ya hablaremos otro día, pero siempre que vamos de primaverales o veraniegos, nada como el rebujito para acabar de estimular la cosa.

y uno de obvio e imperativo: limpieza general

El último no es un consejo demasiado original y no cuenta a la tríada de cinco, pero es importantísimo. El gran dolor de cabeza de una sardinada es la ferum, el olor desatado que hacen y que lo empapará todo. La catipén. El más probable es que si somos de los que cocinamos las sardinas, hayamos de ir directamente a la ducha. Si somos o nos estimamos los que viven allá donde la hacemos, garantizamos que todo acaba en la basura y el mismo día al contenedor que corresponda. Si tenemos unas solas parrillas, limpiémoslas al final. Los utensilios, iguales. Si compramos tovalloletes perfumadas, puede ir bien. Si colocamos el pez con guantes, todo esto que nos ahorramos. La sardinada se hace y se come con las manos. Todo allá donde hay sardina hedo a sardina. Por lo tanto es obvio e imperativo de hacer limpieza. Cómo siempre pero más. O no querremos nunca más hacer sardinada.

 

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