La humanidad se puede dividir, en un criterio bastante de poca monta, en tres grupos de proporción muy dispersa según su relación con un producto de aquí a la comarca: el Quina-Momo. Hay la gran mayoría hegemónica, que no saben el que es. La suya es una ignorancia involuntaria y que por lo tanto podemos perdonar. Un segundo grupo es el de la gente que se piensa que el Quina-Momo ya no se hace ni se puede encontrar, que lo asocia con el pasado. Que quizás los suena pero nada más. Hay un tercer grupo de gente, pequeño y minúsculo, más remoto y aislado que el pueblecito de Astèrix al mapa de la Galia ocupada: son (somos) los buenos. Y los que saben que todavía se puede encontrar la esencia de Argentona en forma de licor.
Quina-Momo es un nombre que con un poco de justicia y suerte tendría que ser mucho más popular del que es. Hay generaciones que quizás lo asocian a los anuncios de las paradas de Casas o al letrero publicitario de sobre el tranvía que unía Mataró con Argentona. De hecho, a la reproducción del tranvía que salía por la Cabalgata hasta que los animalistes lo hicieron prohibir sólo removiendo la cola, está, el anuncio. El Quina-Momo se anunciaba y era popular hace décadas y ahora aguanta, acurrucado y salvado a la vegada por la Celler Castañé de Argentona. Sólo ellos embotellan y venden el licor de un amarillo intenso que todavía aparece en algunas sobre-mesas casi como un ejercicio de militancia y nostalgia.
El Quina-Momo es un digestivo hecho en base de hierbas medicinales y licores naturales que destaca por su color y tacto y que en la línea otros licores similares, popularmente siempre se los ha denominado estomacales. La receta vigente es menos dulce y fuerte del que había sido décadas y etapas atrás pero todavía ahora es una apuesta de muy buen equilibrio a la hora de las 'gotas' con la que rematar alguna comida que, por día a de la semana o disposición de los platos, sea merecedor de una sobremesa. El Quina-Momo, como otros licores hechos de hierbas, tiene un punto aromático que parece incentivar precisamente este remado. No empalaga, tiene un equilibrio justo, y lo podemos tomar tal como mana, acompañado de un cubito o directamente proveniente de nevera.
Tanto que a veces nos llenamos la boca todos para hablar del territorio y sus encantos, la juventud de todas las generaciones que se consideren quizás tendrían que renovar los antiguos votos y gustos de sus padres y abuelos y no dejarse vencer por las modas y obsesiones que parece que todo lo limiten a la dictadura del gin-tónico (cómo si fuera la gran cosa) o los gotets de limoncello italiano, patxaran de Navarra o la plenipotenciària ratafia que parece que sea el único que se embotelle en catalán. De aquí, nunca mejor dedo, hay el Quina-Momo. Hagámonos dignes, que diría Macià. No?
Una historia y una vigencia que hay que mantener
El Quina-Momo se resiste a morir a pesar de que ya no sea el que fue. Hay bastante cosa escrita y diferentes versiones sobre el origen de este licor y obviamente aquí no se puede poner cucharada. Esto es terreno de estudiosos y de argentonins y quienes firma tiene memoria selectiva y dónde vive tenemos mar. Pero haciéndolo un poco por el macho cabrío gordo se puede decir que el Quina-Momo adquirió gran popularidad a partir de la segunda mitad del siglo XIX, que parece que llegó "" a Argentona pero no sería repica-truges de nacimiento, que adquirió una gran popularidad como uno de los estomacales de referencia en Cataluña y que incluso suscitó rivalidades, denuncias y líos por la patente y la comercialización. No estamos hablando, pues, de una cosa menuda. Al contrario, haríamos bien entre los argentonins y sus vecinos de comarca de no sólo no permitir apagar la brasa de esta bebida insigne, sino de mirar de hacer más viva la llama.
Si Salvador Espriu desde Synera pidió salvar las palabras, en esta historia hay quién salió a salvarnos los tragos. La Bodega Castañé es uno de las bodegas más señores de la comarca y fue quién compró hace 30 años la receta y la marca del Quina-Momo porque no se perdiera cuando Destilería Abril, que lo había ostentado durante buena parte del siglo XX, acabó haciendo aguas (que muy mirado es el peor que le puede pasar a quien se dedica a los espirituosos). Yendo a la Celler Castañé podemos, pues, comprar las botellas de diseño y receta renovada que por el nombre y la herencia mantienen viva la remembrança de una bebida popular y propia. Sería oportuno que del mismo modo que en otros puntos cercanos han sabido hacer de la militancia y la identificación con su licor propio un disparo de identidad, en Argentona se defendiera el Qué-Momo como Badalona braden el anís del mono o en Arenys se había hecho con el Calisay.
Para pedirlo humildemente desde aquí que no quede.
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