La carencia de vitamina D es actualmente el defecto nutricional más frecuente entre la población española. Nuestro cuerpo necesita esta vitamina porque es la responsable de la correcta absorción del calcio y, por lo tanto, contribuye a mantener nuestros huesos fuertes. Además, sirve para prevenir dolencias cómo el raquitisme y evitar condiciones cómo la osteoporosis, que debilita los huesos y puede provocar que se rompan. Una correcta aportación de vitamina D a nuestro cuerpo puede provenir de tres fuentes diferentes; una es tomando el sol de manera moderada, también a través de la dieta y, por último, con suplementació.
La leche, los huevos o las setas son ingredientes ideales para garantizar unos buenos niveles de vitamina D. En cuanto a la suplementació, se recomienda en casos de déficit real, detectado a través de una analítica y bajo supervisión médica. Unos niveles excesivos pueden ser contraproducentes y generar efectos tóxicos, además de más concentración de calcio que se puede depositar a diferentes órganos del cuerpo.
Una de las mejores maneras de conseguir unos niveles saludables de vitamina D, pero, es a través de la exposición solar. Esto no nos mujer vía libre a tomar el sol sin protección y de manera ilimitada porque, cómo sabemos, la exposición descontrolada puede tener efectos muy perjudiciales para nuestra piel. Realmente no hace falta mucho horas de sol para obtener unos buenos niveles de vitamina D, pero hay que aprovechar la luz solar, especialmente a las horas centrales del día, que es cuando más radiación de tipo B (UVB) contiene. Hay que tener en cuenta, pero, que en esta franja horaria es cuando más riesgos se derivan de tomar el sol.
Los expertos recomiendan una exposición de una media de 5 a 20 minutos entre las 10 de la mañana y las 12 del mediodía. El ideal es que el sol nos toque la cara, los brazos y las piernas. Sin embargo, siempre teniendo mucha cura de evitar quemaduras a la piel. Precisamente, la Academia Española de Dermatología recomienda hacer uso de fotoprotecció en aquellas épocas en que la incidencia ultravioleta es más elevada, teniendo en cuenta que en estos momentos se pueden lograr las dosis necesarias de vitamina D con la exposición de cara y manso durante un simple paseo.
Por lo tanto, en invierno y en otoño hacen falta más minutos de exposición al sol que en verano o a la primavera. En invierno hace falta una exposición de 130 minutos y en otoño hasta 30 minutos.
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