Educar no es una tarea fácil. Los niños, durante su crecimiento, van pasando por diferentes etapas, desde las conocidas "pataletas" de los 2-3 años, a los problemas más complejas que comporta la adolescencia, a menudo nos encontramos ante situaciones que no sabemos muy bien cómo afrontar, y en las que nuestros hijos no saben expresar sus emociones ni mucho menos gestionarlas de forma adecuada.
Por eso, si en algún momento sospechamos que nuestro hijo/a bote tener algún problema u observamos un comportamiento que no se ajusta a las conductas consideradas "normales" respecto a otros niños de su edad, no está de más posarnos en manso de un profesional que nos aconseje sobre el tema. En todo caso, siempre tendríamos que pedir ayuda especializada ante estas conductas:
- Si tiene un cambio brusco de comportamiento, ya sea por un hecho concreto que ha sucedido o está a punto de suceder (cambio de residencia o escuela, nacimiento de un nuevo miembro en la familia, dolencia o muerto de algún familiar, etc.)., o cuando desconozcamos la causa concreta que puede provocar esta alteración de conducta.
- Es conflictivo en la escuela o en casa (desobediencia, agresividad, hiperactividad...,).
- Tiene dificultades de aprendizaje respecto a sus compañeros (de habla, de concentración, de lectura...).
- Tiene terrores nocturnos, insomnios, tiene fobia a quedarse suele o si por el contrario, tiene una inclinación excesiva a los miembros de la familia.
- Es víctima de acoso escolar.
- Tiene problemas de socialización.
- Sus conductas son obsesivas.
- Males de estòmac o de ningún repetitivos y a los cuales no se le puede atribuir (a priori) ninguna causa médica.
El terapeuta, una vez realizadas las pruebas pertinentes y varias sesiones, puede determinar el origen del problema y empezar un tratamiento si fuera necesario. A veces, la dificultad no radica en el niño, sino en los padres, ya sea por unas pautas incorrectas en la educación de los hijos, por las altas expectativas creadas o por un exceso de sobreprotecció, causas que también pueden detectarse y que se pueden tratar de modificar para mejorar el desarrollo del niño.
Hay que tener en cuenta que la infancia y la adolescencia son etapas clave para cualquier persona e influyen mucho en cómo se afronta la edad adulta.
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