Aulari d'infantil de l'Escola Rocafonda
Aulari d'infantil de l'Escola Rocafonda

Vern Bueno Casas

Camí del Mig y Rocafonda, dos escuelas cruciales en la historia reciente de Mataró

El cierre de líneas de I3 el próximo curso toca de pleno dos centros surgidos de la lucha de vecinos y maestros durante la transición para garantizar la escolarización y el aprendizaje del catalán en la periferia más desfavorecida de la ciudad

El sistema escolar público catalán parte de la base, al menos históricamente, de que todos los centros educativos son iguales dentro de su diversidad. Que cada escuela o instituto debe disponer de los mismos recursos, instalaciones y equipamientos para ofrecer el servicio adecuado a su alumnado, independientemente del barrio en el que se encuentre o del hecho de que el edificio y el patio sean más antiguos o nuevos. Una idea que debería ser un pilar fundamental pero que, en realidad, lleva años transformándose en algo bastante diferente.

La individualización de los proyectos educativos, la libertad de configuración de plantillas, la importancia del apoyo económico externo que puedan ofrecer las asociaciones de familias y la necesidad de "competir" entre centros para no perder alumnado en un contexto de descenso de la natalidad, han acabado generando de facto una red de escuelas públicas de primera y de segunda, como se puede ver en Mataró mismo, donde las familias que, pese a todo, apuestan por la pública luchan por llevar a sus hijos a determinados centros, sobre todo del casco antiguo y alrededores, mientras que ignoran sistemáticamente la mayoría de los periféricos, fomentando uno de los principales problemas de la enseñanza en Cataluña: la segregación escolar.

El cierre de líneas ha generado indignación entre quienes recuerdan todo lo que hay detrás de estas dos escuelas

En este contexto, señalar lo especiales que son determinadas escuelas en una ciudad como Mataró no es lo más prudente si no se quiere contribuir, precisamente, a alimentar esta dinámica. Dicho esto, si el anuncio del cierre de líneas de I3 en Camí del Mig y Rocafonda ha tocado un punto sensible en Mataró, generando una oleada de reacciones en contra, en buena parte se debe a que no son dos escuelas cualquiera de la ciudad. No tanto por su presente, como por el papel clave que han jugado en la historia reciente de la ciudad, algo que la comunidad educativa y el movimiento vecinal aún tienen muy presente. Camí del Mig y Rocafonda fueron, junto con otras escuelas nuevas de la época, cruciales en la educación de los niños de los barrios más desfavorecidos de Mataró, en plena transición, cuando los derechos solo se lograban a través de la lucha y el sacrificio de los vecinos y los maestros. Entre otros ámbitos, fueron pioneras en el impulso de la inmersión lingüística en barrios mayoritariamente castellanohablantes. Un pilar fundamental en la pervivencia del catalán en la periferia de Mataró, en definitiva.

Escola Camí del Mig. Foto: R.Gallofré

Escola Camí del Mig. Foto: R.Gallofré

"Ningún niño sin escuela"

La historia de Rocafonda y Camí del Mig, junto con la de otros centros como La Llàntia, Torre Llauder y Els Tarongers, queda recogida en el documento "25 años de Escuela Pública" que editó el Ayuntamiento de Mataró en 2003. Tal y como se explica en él, entre 1977 y 1978, Mataró vivió un fenómeno sin precedentes: la creación de varias escuelas públicas en un período muy corto de tiempo. Esta expansión respondía a la efervescencia social y política del momento, marcada por la reciente muerte del dictador Franco y el proceso de transición hacia la democracia. Con barrios en crecimiento exponencial y graves carencias en infraestructuras educativas, la lucha por garantizar la escolarización de todos los niños se convirtió en una prioridad para la ciudadanía.

En 20 años la población de Mataró se triplicó sin ningún tipo de planificación

Durante el franquismo, la ciudad había experimentado un aumento demográfico espectacular, pasando de 34.000 habitantes en 1955 a 96.000 en 1979. Esta expansión se debía, en gran parte, a la llegada masiva de inmigrantes procedentes de zonas desfavorecidas del Estado, la mayoría de los cuales eran jóvenes en edad de tener hijos, lo que disparó la natalidad. A pesar de este crecimiento poblacional, la planificación urbanística fue desordenada, y nuevos barrios como Cerdanyola, La Llàntia, Cirera, Els Molins, Vista Alegre, Rocafonda y El Palau surgieron sin equipamientos básicos, incluidas las escuelas.

Ante la falta de escuelas en los barrios periféricos, el Ayuntamiento y las asociaciones de vecinos se movilizaron para exigir soluciones. A través de procesos de presión ciudadana, se consiguieron habilitar aulas provisionales en locales municipales o de alquiler para garantizar la escolarización de un millar de niños y niñas que, en julio de 1977, se encontraban sin plaza escolar

 

Estas escuelas provisionales dieron origen a centros como Torre Llauder, Turó de Cerdanyola, La Llàntia, Rocafonda y Pla d’En Boet. Al año siguiente, la escuela Camí del Mig inició las clases en barracones y locales provisionales.

Muchas escuelas arrancaron sin nombre definitivo y en aulas improvisadas.

Esta primera generación de escuelas públicas nació más por la lucha ciudadana que por la planificación institucional. Muchas funcionaban sin nombre definitivo ni entidad jurídica clara, en aulas improvisadas, con profesorado interino y ratios de alumnos que superaban los 40 por clase. La enseñanza pública era considerada subsidiaria de la privada, y durante el curso 1978-79, solo 7.300 de los 15.400 niños en edad escolar de Mataró estaban escolarizados en centros públicos.

Además de la educación infantil y primaria, también se pusieron en marcha escuelas para personas adultas, impulsadas desde los mismos barrios. En octubre de 1978, la Asociación de Vecinos de Cerdanyola creó una de las primeras escuelas de adultos de Cataluña, en unos bajos comerciales de la calle Marathon. El objetivo era alfabetizar a trabajadores inmigrantes que nunca habían tenido acceso a la educación. Esta iniciativa, apoyada por la Coordinadora de Escuelas de Adultos, dio lugar años más tarde a la consolidación de la Escuela de Adultos Els Tarongers.

La llegada de la democracia a nivel municipal reforzó la lucha por la educación pública. Cuando en septiembre de 1979 el Ministerio de Educación anunció el cierre de 53 aulas y la reducción de profesorado en Mataró, se organizó una gran campaña ciudadana bajo el lema "La ciudad de Mataró reclama los maestros que necesita". La presión social, encabezada por el alcalde Joan Majó y el ponente de cultura Antoni Segarra, consiguió frenar los recortes y garantizar la continuidad de las escuelas creadas durante la transición.

Escuela Rocafonda, urgencia para que ningún niño quede fuera

El CEIP Rocafonda de Mataró tiene sus orígenes en una situación de grave falta de escolarización a finales de los años setenta, en un barrio de alta densidad poblacional formado mayoritariamente por familias inmigradas del sur de España. En 1977, se detectó que unos 120 niños del barrio no tenían plaza escolar para el curso siguiente. Ante esta problemática, la Asociación de Vecinos, con el apoyo de maestros en situación de paro, impulsó el movimiento "Niño sin escuela" y presionó al Ayuntamiento para encontrar una solución.

Inicialmente, el Ayuntamiento habilitó espacios provisionales para acoger al alumnado, como los locales de la antigua OJE (actual Casal de Joventut) y otros locales comerciales alquilados en el barrio. El curso comenzó el 11 de octubre de 1977 en estas instalaciones precarias. En marzo de 1978, se inauguró un edificio prefabricado para el parvulario en un solar de la calle Tàrrega, donde se previó construir la escuela definitiva. Este espacio inicial contaba con ocho aulas y una pequeña secretaría, pero carecía de instalaciones adecuadas para el ocio. Mientras tanto, las familias y los maestros trabajaban conjuntamente en la gestión y el mantenimiento de la escuela, creando diversas comisiones para abordar necesidades como economía, mantenimiento, actividades culturales y deportivas.

Rocafonda fue una de las escuelas pioneras en la implantación de la inmersión lingüística.

En 1978-79 se formalizó oficialmente la escuela Rocafonda y la AMPA se convirtió en una pieza fundamental para su funcionamiento y para defender la enseñanza pública. En 1981, el centro se convirtió en pionero en la implantación del programa de inmersión lingüística en catalán en los primeros niveles de parvulario. También se introdujeron las colonias escolares, una actividad inicialmente poco habitual entre las familias del barrio, pero que se consolidó con el tiempo gracias al esfuerzo de los maestros y a las ayudas económicas.

En septiembre de 1981, se estrenó el edificio definitivo, que permitió por fin unificar todo el alumnado en una única sede en la calle Tàrrega. En ese momento, la escuela contaba con veinte grupos de alumnos y veintitrés maestros. Durante este curso 1981-82 nacieron dos de las actividades más emblemáticas del centro: la representación de los Pastorets, protagonizada primero por alumnos de 7º y luego por alumnos de 6º, y la Fiesta de la Escuela, que se convertirían en tradiciones arraigadas a lo largo de los años. Con el paso del tiempo, el CEIP Rocafonda se consolidó como un referente en la comunidad educativa del barrio, impulsando una fuerte implicación de las familias y manteniendo su vocación de inclusión e innovación pedagógica.

Camí del Mig, de la provisionalidad a la consolidación

El CEIP Camí del Mig de Mataró es una escuela con una trayectoria de más de cuatro décadas, estrechamente vinculada a la historia del barrio de Pla d’en Boet y su evolución social. La escuela nació en el curso 1978-79 como respuesta a las reivindicaciones de las familias por la falta de plazas escolares en la ciudad.

Durante los primeros años, la provisionalidad marcó su trayectoria. Las clases se iniciaron en espacios provisionales, repartidos en diferentes puntos del barrio, como la calle Camí del Mig, las antiguas instalaciones de los bomberos y los locales de la escuela La Milagrosa. Esta situación no fue un obstáculo para los docentes y las familias, que desde el principio trabajaron con ilusión para construir una escuela arraigada al territorio y con una educación de calidad.

El curso 1979-80 supuso la consolidación de las primeras tradiciones del centro. Se estableció un calendario de fiestas escolares que fomentaba la cultura catalana y se puso en marcha el huerto escolar, un espacio de aprendizaje experimental donde el alumnado comenzaba a descubrir el ciclo de vida de las plantas y la agricultura de proximidad.

Durante los años 80 y 90, Camí del Mig fue un referente de la educación pública de calidad.

El año 1980 fue un punto de inflexión para la escuela, con la inauguración del edificio actual. Este nuevo espacio permitió el desarrollo de proyectos educativos más estables y la creación de un entorno con una clara vocación pedagógica. El vestíbulo de la escuela se convirtió en un gran teatro, fomentando las artes escénicas como herramienta educativa. Además, se construyó el gigante de la escuela, símbolo de identidad del centro, y se iniciaron las primeras actividades extraescolares y las colonias escolares, contribuyendo así a una educación más allá del aula.

Durante la década de los 80 y los 90, el CEIP Camí del Mig se convirtió en uno de los centros educativos públicos de referencia en la ciudad en términos de educación pública de calidad, fomentando la convivencia, el civismo y la participación activa de toda la comunidad educativa. Un rol que consiguió desempeñar a pesar de encontrarse en un barrio como Pla d'en Boet, que durante esas dos décadas sufría una importante degradación.

Comentarios (6)