El mataroní Manuel Vilatersana cumplirá 97 años el próximo mes de mayo. Casi un siglo de vida con una cantidad ingente de recuerdos acumulados de lugares, personajes, situaciones y vivencias que, estirando del hilo, plasman las memorias de su ciudad durante todo este tiempo. Especialmente en un ámbito que en la capital del Maresme disfrutó de especial importancia. Vilatersana estuvo al frente de las principales salas de cine de la ciudad durante casi cuatro décadas. El Fomento, primero, y después como hombre de confianza de Unicines, la empresa promotora de los cines Cerdanyola, Núria e Iluro. Ahora que el edificio que acogió este último, que en su momento fue uno de los cines más grandes y prestigiosos del Estado, está a punto de desaparecer, es el momento idóneo para recordar con él una época en la que las películas se proyectaban en auténticos palacios.
"De muy pequeño ya iba al Fomento, de la mano de la madre, y bien pronto me puse a ayudar en las proyecciones de cine", recuerda. Vilatersana hacía de todo, empezando para vigilar la entrada y colgar la cartelera y, más adelante, yendo a Barcelona a pelearse con las distribuidoras para conseguir las películas más populares del momento. Eran unos años, la década de los 50 y los 60, de mucha competencia en este ámbito en Mataró, con Clavé, el Moderno, Iris, el Gayarre o el Monumental atrayendo centenares de espectadores. Vilatersana convenció la junta del Fomento de adquirir una máquina OSA, las mejores del momento, y a través de sus contactos con distribuidoras como Fides, se lo va manegar para disponer de los films más populares. "Recuerdo que un día de Nadal proyectamos Los Tres Sargentos (un western con el Rat Pack –Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr.- de protagonistas) y no voy ni poder hacer la comida familiar a casa del trabajazo que me dieron las colas que se formaron".
Los germanos Cuello (Unicines) lo contrataron como responsable de sala de sus grandes cines en Mataró
"Me decían 'ya te deben de pagar bien al Fomento!', pero yo todo esto lo hacía de voluntario" explica. Él vivía del mundo del textil, con una pequeña fábrica de medias de algodón que acabó siendo inviable debido a la popularización del nailon. Fue entonces cuando, con toda la experiencia acumulada, trucó a la puerta de Unicines, una empresa formada por los hermanos Josep Maria y Teresa Coll para impulsar el cine en la ciudad. Propietarios de Laboratorios Unitex -que registraron la marca 'Tirites' y que acabaron siendo adquiridos por la multinacional alemana Hartmann- y de varias farmacias, además de otros negocios, los empresarios hicieron una apuesta muy fuerte por las salas de cine. Y confiaron en el olfato y la experiencia de Vilatersana para traer el Cine Cerdanyola, un gran complejo a la plaza Isla Cristina que abrió puertas el 1968 y que fue uno de los primeros en Cataluña al proyectar películas de 70mm. El enorme éxito que logró, con 3.000 espectadores semanales, animó los Cuello a abrir nuevas salas, siempre con Vilatersana como encargado; el Núria, en 1972, todavía más grande y espectacular- a la cabeza de un par de dècaded, el 1991, se convertiría en multisales- y finalmente el Cine Iluro, el 1976.
"Todo en el Cine Iluro era impresionante, venían de Valencia y de Madrid a verlo", recuerda el mataroní. El diseño fue a cargo del arquitecto Antonio Bonamusa, autor de la mayoría de salas y teatros del grupo Balañá en Barcelona. "Le dijeron que querían un cine único, el más bonito", añade Vilatersana. Y Bonamusa plasmó el mismo estilo inconfundible. Cerca de 1.200 butacas rojas, paredes forradas, pantallas con doble cortina, un vestíbulo propio de una sala parisiense de music hall con una barra de bar de lujo, sofás, una gran escalera de acceso a la sala... Y un golpe empezaba la película, todo tipo de comodidades y adelantos tecnológicos: climatización perfecta a pesar de las dimensiones, más de una veintena de altavoces, y decenas de vigilantes y acomodadors. Vilatersana recuerda que el Iluro era "un cine de referencia a todo el país: no sólo era una de las salas más grandes, sino que las distribuidoras lo tomaban como referencia y piedra de toque para ver como funcionarían las películas al resto de España". El encargado de sala recuerda que los lunes le tocaba traer la recaudación del fin de semana al banco, y esta no solía bajar del millón de pesetas.
"Era una de las salas más grandes del país y las distribuidoras lo utilizaban como piedra de toque para ver como funcionarían las películas al resto de España"
El éxito del Iluro y el Núria hizo que, poco a poco pero inexorablemente, el resto de salas de la ciudad fueran plegando velas, desde Clavé hasta el Monumental, e incluso el Cerdanyola acabó cerrando. A los 72 años, después de 44 años de dedicación al cine, Vilatersana se jubiló. "Estaba muy agotado, dejé la vida y era mi pasión, pero cuando plegué ya no quise saber mucho nada", explica. Afortunadamente para él, no tuvo que hacer frente a la decadencia de las salas que él ayudó a crear y traer al éxito. Hoy, se mira desde la lejanía el derribo del Iluro, el último bastión de una época dorada del cine en Mataró que tuvo en Vilatersana una auténtica estrella.