Los tiempos cambian y el mundo evoluciona, pero hay hechos y situaciones que no dejan de repetirse periódicamente. Esto es el que pasa con Paris y el papel líder que, desde un punto de vista cultural, ha jugado a lo largo de la historia como guía de nuestro continente. Si alguna ciudad puede hacer de contrapeso al omnipresència de la cultura del país del Tío Sam en nuestra sociedad, esta no es otra que la capital francesa. De hecho, Francia en general es, hoy, el único referente sólido para creer que una Europa con una cultura propia es todavía posible a pesar de las grandes industrias del entretenimiento y el consumo y el progresivo declive de la ilustración (lo más importante de los valores sobre los que se construyó el sueño del viejo continente); declive, del que yo mismosoy un muy buen ejemplo: cuanto mayor me hago, más medoy cuenta que casi no sé nada.
Ya en el siglo XIX, Victor Hugo, el grande romántico francés, escribió con motivo de la celebración a Paris de la Exposición Universal de 1867 una declaración visionaria sobre el protagonismo que Paris (en palabras suyas, la capital de Europa) tendría en la construcción del modelo de civilización europeo. Para él, tal como se menciona en el prólogo del libro que recoge esta declaración, París se había erigido, por méritos propios, "en la heredera de Jerusalén, Atenas y Roma"; había tomado el relevo, y más lo tomaría todavía, de las tres ciudades que "en el pasado habían iluminado el mundo y encarnaban el progreso de la humanidad".
Setenta y cuatro años más tarde, el filósofo de origen rumano Emil Michel Cioran escribía, en el momento en que las tropas nazis entraban a Paris, un apasionado manuscrito de agradecimiento a la inmensa influencia que Francia había ejercido sobre la cultura europea. En aquel momento, tomado por el desaliento que sin duda le provocaba la presencia de las tropas alemanas en las calles de Paris, Cioran cree que Francia no podrá, en el futuro, volver a ejercer el liderazgo. Hundido por la situación escribe, refiriéndose en Francia, "¿Acaso no hemos sido numerosos los que, procedentes de otros espacios, la hemos abrazado como lo único sueño terrenal de nuestro deseo? Para nosotros, que llegábamos de toda clase de países, de países desdichados, el encuentro cono una humanidad lograda nos seducía, al ofrecernos la imagen de un hogar ideal". Qué debían de pensar y sentir, años antes, tantos y tantos intelectuales y artistas de todo el mundo (la lista sería interminable) que habían hecho de Paris su referente cultural y su fuente de inspiración?
Hace un par de semanas leí, en el suplemento cultural de La Vanguardia, un escrito intitulado Paris sostiene Europa en que el catedrático de historia medieval José Enrique Ruiz-Domènec explica las razones por las que ha decidido volver a Paris: principalmente, la apuesta de la capital francesa para asumir, una vez más, el liderazgo cultural europeo; sobre todo en cuanto a las humanidades. Al respeto, Ruiz-Domènec escribe: "A este fin, responde la creación de una ciudad de la investigación al norte de Paris, donde se prevé que se reúnan los laboratorios más avanzados en estas disciplinas (...) El secreto de un proyecto así rae en la convicción que el conocimiento es clave por tal qué Europa arranque en las décadas próximas. El resultado será el equivalente humanístico de los think tanks anglosajones para el desarrollo de la industria cibernética (...) La cultura volverá a dominar el mundo, y será un buen negocio apostar por este camino. Francia lo ha hecho, este es su ventaja a la hora de salir de la crisis". Ben al contrario, tal como denuncia el excatedràtic de literatura Jordi Llovet en su último libro, a casa nuestra estas cosas casi no se enseñan en la Universidad porque, según dicen, no interesan al mercado y, por lo tanto, no son lavables económicamente hablante.
En esta misma línea, confirmando que sólo Francia puede enarbolar a estas alturas la bandera del viejo sueño de una Europa ilustrada, Xavier Barral, exdirector del Museo Nacional de Arte de Cataluña, escribía a El Punt Hoy, en un artículo sobre la economía de los museos en tiempos de crisis, que "En Europa, ya casi sólo Francia resiste con estructuras museísticas que todavía dan pes a la erudición".
Hace poco, televisión española emitió, en el programa Clásicos de la 1, la película Casablanca. Aunque por razones muy diferentes a las suyas, tendremos que conformarnos con decir, como Rick a la escena en que se despide de Ilsa, "siempre tendremos Paris".
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