"El conflicto no nos tiene que dar miedo, pero antes de dialogar sobre los problemas que nos afectan, la mentalidad de 'nosotros' y 'ellos' tiene que desaparecer". Esta frase, pronunciada por el antropólogo Marc Jiménez resume en buena parte el discurso que predominó el pasado jueves, día 2, durante la mesa redonda celebrada en el Centro Cívico Can Noè bajo el título 'La construcción de la convivencia'. Un acto promover por Òmnium Cultural que congregó una treintena de personas, entre ellas bastante representantes de la comunidad magribina, que hablaron de manera abierta y franca sobre las relaciones entre las diferentes comunidades e identidades que conviven en el barrio de Rocafonda.
"No tenemos que negar la realidad, es bueno que salgan todas las cosas" arrancó diciendo Abdessamad Lo-Bakali, presidente del Al Ouahda, la entidad que gestiona la oratori del barrio. Una realidad compleja, como no puede ser de otro modo en la convivencia de culturas a menudo diferentes y en un entorno difícil. "A Rocafonda somos víctimas de nuestra propia urbanización, de estas calles tan mal hechos, de la carencia de espacios y de los edificios tan altos", explicó una vecina. "Es cierto, los nanos tienen que salir a la calle, pero los vecinosacaban hasta arriba de alboroto porque no hay parques ni espacios amplios donde puedan jugar", reconocía el propio El-Bakali. Bien pronto la conversación saltó a los problemas de ruidos que se viven durante el ramadán. "El que no puede ser es quehaya niños y niñas sólo por la calle a las dos de la madrugada, a su lugar de origen quizás no es un problema pero aquí sí", lamentaba otra vecina, que reclamaba a la comunidad musulmana poner "más voluntad" para favorecer su propia integración. "Nosotros tenemos que ser tolerantes, pero ellos tienen que hacer un esfuerzo".
"A Rocafonda somos víctimas de nuestra propia urbanización, de estas calles tan mal hechos, de la carencia de espacios y de los edificios tan altos"
"Al final es una cuestión de transigència", respondió otro de los asistentes, que reclamó que la población autóctona fuera capaz de respetar las festividades de los recién llegados. "Oi que nadie discute que por la Nochevieja o por Las Santas hacemos alboroto? Pues nosotros tenemos que entender que los otros también pueden hacer desmadre por la Fiesta del Cordero, o cuando toque", apuntó. "Esto no es'bonisme', es el que toca. Ahora, si el rebombori es todo lo más del ramadán entero, entonces no", añadió. "A la mezquita nos hacemos un harto de decir que no hagan ruido, que quién molesta los vecinos no es un buen musulmán", respondió Al Ouahda. "Un niño tiene que estar a la cama a las 9 de la mañana, a las 2 de la madrugada nohace nada a la calle", añadía una vecina de origen magribí. A su lado, una de las integrantes de "Todas juntas", proyecto dirigido a mujeres recién llegadas en el barrio mataroní de Rocafonda, lamentaba el mal que los ha hecho la crisis. "Cuando todo iba bien nadie se quejaba que feiem demasiado ruido, quehabía demasiados extranjeros, que nos daban todas las ayudas..." se quejaba.
Público en una edición de la fiesta del barrio de Rocafonda
Jiménez, representando del AVV de Rocafonda, puso cucharada sobre los motivos que hay detrás de las presuntas diferencias culturales existentes entre las comunidades. Por ejemplo, en el campo del género, ante las acusaciones que se suelen hacer a los musulmanes para ser excesivamente patriarcales y marginar las mujeres. Apuntó que la Ley de Extranjería impide trabajar de manera legal durante 10 años las personas que llegan al país fruto del reagrupamiento familiar, la mayoría de las cuales son mujeres. A esto sesuma que pertenecen a familias sin recursos económicos para pagar la escuela cuna, así que como única salida los queda recluirse en casa a cuidar de los hijos. "Entonces podemos decir que esto se debe de simplemente a su cultura?", se preguntó el antropólogo.
"Hoy se siendo mucho la frase de 'se han jodido 20 personas en un mismo piso', pero es que mis abuelos hicieron el mismo cuando vinieron al barrio!"
Bien pronto las intervenciones pasaron a establecer paralelismos con la anterior oleada migratoria, la procedente del sur de España durante los años 50 y 60. "Se produjo un choque muy similar al actual, pero ahora seañade el componente racista", apuntó uno de los asistentes. "Hoy se siendo mucho la frase de 'se han jodido 20 personas en un mismo piso', pero es que las míos abuelos hicieron el mismo!", apuntaba una vecina. "Mi familia vivíamos todos en una habitación, eran muchos hermanos, yo me puse a trabajar en los 12 años y los catalanes nos decían xarnegos", añadía una acompañante. "Así que entiendo muy bien el que viven los recién llegados ahora". Un veterano del activismo vecinal de Rocafonda también recordaba las escenas vividas con esta primera oleada migratoria y analizaba la evolución de la convivencia al barrio. "Las diferencias de comportamiento se fueron limando, los matrimonios mixtas han hecho que las familias se mezclaran. Con paciencia las cosas se arreglan, y ahora puede pasar el mismo, tenemos que mirar el futuro con esperanza", recalcó.
Las dificultades de implicarse socialmente
El trabajo de entidades y asociaciones, como por ejemplo Al Ouahda o el AVV de Rocafonda, tiene que ser importante para conseguirlo, pero los asistentes apuntaron que no puede recaer todo el peso en ellas. "Si queremos conseguir algo lo tenemos que hacer entre todos, no sólo puede trabajar la asociación de vecinos", apuntaron desde la entidad, poniendo como ejemplo la implicación de un grueso importante del barrio en las protestas a la CABEZA de Rocafonda contra los recortes en el servicio. A menudo la implicación social no es sencilla, y menos en un contexto socioeconómico adverso. "Con el paro y la pobreza que tenemos, es difícil que la gente tenga tiempo para aportar algo en el barrio, cuando su prioridad absoluta es salvar a la familia", resolvía el presidente de A el Ouahda.
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