Cuatro familias mataronines en confinamiento. Fotos: cedidas
Cuatro familias mataronines en confinamiento. Fotos: cedidas

Un mes entre cuatro paredes

Cuatro familias mataronines con niños pequeños nos explican como gestionan el confinamiento al hogar con los niños "atrapados" sin poder salir a la calle ni ir a la escuela.

Ya hace más de un mes que se decretó el estado de alarma por la epidemia de coronavirus y, con él, el cierre de las escuelas y el confinamiento de la mayoría de los ciudadanos. Los adultos pueden salir a trabajar o a hacer encargos básicos, pero los niños se tienen que quedar siempre en casa.

Sin escuela ni actividades extraescolares, tampoco deporte ni parques donde correr y esbargir-se, y con los padres y madres teniendo cura de ellos las 24 horas del día mientras mantienen la vista puesta manos a la obra -con o sin teletrabajo- y a las rutinas diarias de salud e higiene obligatorias para mantener el Covid-19 a raya. Hablamos con cuatro familias mataronines que nos explican como se lo han manegat estas semanas para no acabar enloqueciendo todos juntos.


"Seguramente no todo lo bien que haría falta, pero estamos haciendo todo el que podemos"

En Santi y Esther trabajan en el Hospital de Mataró y tienen un niño de cuatro años. Así se organizan para compaginar vida de confinamiento con lugar de trabajo a la zona de mayor riesgo posible.

Santi i Esther

Santi Álvaro, portalliteres enelHospital de Mataró, y Esther Sánchez, enfermera en el mismo centro. Una pareja de sanitarios que tienen un hijo de cuatro años y que se encuentran en una dicotomía compleja: trabajan en la zona de mayor riesgo posible en Mataró y lo tienen que compaginar con el confinamiento de su hijo a casa. "Tengo dos hijos más con una pareja anterior, pero decidimos que se quedaran con su madre por un tema de seguridad puesto que trabajamos donde hay el foco", explica Álvaro.

"Hay un rato al día donde el niño, de cuatro años, se tendría que quedar solo a casa; que me expliquen como lo solucionamos"

En Santi habla en plata, pero también se muestra resignado: "Sinceramente, no lo hacemos del todo bueno porque cómo que yo trabajo por las mañanas y Esther por las tardes, el niño tiene que estar un rato con mi madre hasta que acaba la comida y se lo puede recoger", relata, para añadir: "Sabemos que tienen que estar con el mínimo contacto de gente, pero no tenemos otra manera de hacerlo: hay un espacio de tiempo que se tiene que quedar solo, pero no tiene suficiente edad y con la vecina no podemos dejarlo porque vive con sus padres y, por edad, son franja de riesgo". A pesar de esto, esta pandemia la siguen intentando pasar "con normalidad y naturalidad. Llegas a casa, te sacas los zapatos, las desinfectas, lavas la ropa, la cambias y tomas más medidas en el contacto físico; es complicado con un niño tan pequeño pero sabemos que muchos de los profesionales como nosotros pasaremos el contagio aunque sea de manera asimptomàtica. Y si traigo el 'bitxo' a casa?". En Santi admite la "desazón" que se agrava porque "no contamos con tests masivos para saber qué personal lo tiene o no". Por este profesional de la sanidad, "los equipos de protección que disponemos son muy mejorables, cuando sales de una habitación la sensación es que no lo haces limpio. Todo se suma al estrés acumulado de estos días".

Su mujer lo pasa más mal que él, sobre todo por "la impotencia" de situaciones en las que se encuentran en primera línea durante la evolución de la enfermedad y su efecto en los pacientes, hecho que hace que "a nivel humano y moral sea difícil de digerir". El pequeño, pero, se distrae "con todo el que podemos hacer, incluidas las actividades de la escuela que dan mucho apoyo, y el hecho que cuando está con la yaya rompe la rutina. Nunca ha estado de salir mucho casa, así que no lo pide".


"Los niños nos están dando una lección enorme de adaptabilidad y flexibilidad"

Montse y en Jordi se organizan minuciosamente para poder combinar su teletrabajo a jornada completa con la atención continuada que requieren sus hijos pequeños.

montse babí

Montse Babí, profesora en una escuela de idiomas de Mataró, y su marido Jordi Palacios, empleado en una multinacional, mantienen desde el inicio del confinamiento sus respectivos trabajos, en ambos casos desde el teletrabajo. Algo que no es fácil de combinar con el hecho que sus dos hijos, Arnau y en Guillem, de 7 y 5 años, están sin escuela ni pueden salir a la calle. "Por suerte vivimos en un piso bastante amplio y con terraza, somos unos privilegiados en este sentido", explica Montse. Ella y su marido se organizan de manera minuciosa porque los niños lo vivan con la mayor normalidad posible sin que a los padres los pase una factura excesiva. "Cada domingo al atardecer analizamos la semana laboral que nos espera y establecemos un calendario de actividades para Arnau y en Guillem, intentando que al menos uno de los dos pueda estar con los niños", destaca Montse.

"Cada domingo al atardecer analizamos la semana laboral que nos espera y, en base a esto, establecemos un calendario de actividades"

Todo ello se traduce en un programa que cuelgan a la nevera de la cocina y donde se establecen las propuestas por cada día: una hora al día de trabajo escolar (dictados, matemáticas, psicomotrocitat, juegos y canciones en inglés…), dos horas de actividad a la terraza (deportes, gincanas, yoga), talleres de cocina y de fotografía, franjas de juego libre, máximo de dos horas al día de televisión… Los padres lo establecen "como forma de rutinas, pero no como obligaciones, puesto que esto no es la escuela", como dice Montse. Y de momento los está funcionando: "Los niños lo entomen con alegría, dándonos una lección de adaptabilidad y de flexibilidad".

Como contrapartida, ella y su marido van "cansadíssims", durmiendo muy poco puesto que alargan sus jornadas laborales hasta medianoche y las entomen de nuevo a las 7 de la mañana para poder llegar en todas partes. "Esta situación de confinamiento nos acaba pesando mucho", destaca la mataronina. A pesar de que habrían deseado "más acompañamiento" por parte de la escuela de los hijos los primeros días de confinamiento, la familia considera que no se verán afectados académicamente por el que está pasando. "Su aprendizaje durante estos días también es sobre la paciencia, adaptabilidad, gestionar el aburrimiento, no depender siempre del adulto, gestionar los conflictos y la relación con el hermano... Va mucho más allá del que habrían hecho en la escuela".


"Siempre hemos sido muy caseros, así que nos estamos adaptando bien a la situación"

La Wendy y en Víctor, procedentes de la Ecuador, se muestran optimistas y esperanzados, viendo siempre el lado positivo de una situación que no es paso sencilla para ellos y sus tres hijos.

wendy placencio bona

"Nosotros siempre hemos sido muy caseros, venimos de un entorno y de unas costumbres que hace que estemos muy adaptados a la vida alhogar . Así que la situación actual la traemos bastante bien". La Wendy Placencio ejemplifica la expresión "a las penas, puñaladas", puesto que siempre intenta encontrar el lado positivo en el panorama más complejo. "Claro que es una pena que los nanos no puedan ir a la escuela y jugar en el parque, pero por el resto, estamos todos en casa y bien de salud. Hay quién lo pasa mucho peor, así que por qué quejarse", asegura.

La Wendy hace un par de años que vive en el barrio de Rocafonda de Mataró, donde se trasladó con sus tres hijos desde Guayaquil (Ecuador) para reencontrarse con el marido y padre de familia, en Víctor, que ya hace más de una década que está establecido en Cataluña. "Si pensamos en nuestro país de origen, en un entorno económico tan precario, con tanta gente sin trabajo, imagínate cómo sufrirán el coronavirus allá", lamenta. A pesar de todo, la situación para la familia tampoco es sencilla; en Víctor ha perdido recientemente el trabajo y ahora aprovecha estos días en casa para formarse en el ámbito en el cual se quiere especializar, la robótica. La Wendy intenta seguir los estudios de administración que estaba cursando al instituto Miquel Biada, mientras acompaña sus tres hijos en el día a día, tanto educativo como de ocio. "No creemosque este sea un curso académico perdido para ellos, al contrario, desde la escuela Rocafonda los han dado muchas actividades a hacer, y también intentamos entretenernos en familia viendo películas juntos o programas educativos online, jugando con juegos de mesa…", explica.

"Tenemos que aprender a vivir con aquello que se tiene más a mano, aunque sean cosas básicas"

La Wendy anima al resto de familias que se encuentran en situación similar a "aprender a vivir con aquello que se tiene más a mano, aunque sean cosas básicas". Mientras la hija grande hace deberes de medio natural, ella y los dos pequeños construyen una pirámide con vasos de plástico. En la habitación del lado, el mercado improvisado de juguetes que han montado los niños descansa después de horas de actividad frenética. Por el tierra, piezas de puzzle a medio montar mientras los globos voleien por todas partes. "Nada de desesperarse!" se exclama.


"Es una lástima no saber si podremos hacer el final de curso a la Escuela Cuna"

Imma Rovira, autónoma y madre soltera que organiza como puede rutinas y tareas para su hija de tres años

Imma Rovira

Imma Rovira se encuentra confinada, como muchos padres y madres, desde el 13 de marzo, el primer día que las escuelas cerraron por la crisis del coronavirus. Desde entonces ha tenido que reorganizarse, perdiendo ingresos, para compaginar su rol de madre soltera con su hija de sólo tres años. "Empecé el teletrabajo el lunes, 16 de abril, a pesar de que he perdido ingresos debido a la crisis", explica. Imma mujer apoyo en temas de ocupación a un ayuntamiento, trabajo que puede seguir gestionando desde casa, pero el ámbito de servicio directo con usuarios no lo puede hacer a distancia, el que supone una reducción de un 50% de su trabajo e ingresos.

Ella y su hija viven en un apartamento que tiene un pequeño balconet que "miramos de aprovechar al máximo". "Intento que la niña siga una rutina entre semana, puesto que es cuando durando las mañanas necesito hacer trabajo. Se quita conmigo y va a dormir conmigo, hace mis horarios; puede estar haciendo juego simbólico, jugando con plastilina y pintando mientras trabajo, pero naturalmente hay momentos en los que me reclama", señala.

"Si vamos a comprar me acompaña porque no se puede quedar suela a casa, y ya he tenido que sentir comentarios tipos 'yo no saco mis niños' y similares"

Sobre las 12.30h es el momento del "kit-kat" y que la pequeña pueda "mirar los dibujos animados", seguramente algo más del que era habitual antes del confinamiento. Ante esto, agradece que las educadoras de la Escuela Cuna envíen propuestas de todo tipos como el seguimiento de la Vieja Cuaresma, a pesar de que lamenta que "estamos haciendo más cosas digitales de las que querría". Pero admite que es el que toca si se quieren hacer "audiocontes, ver alguna película, etc.".

La pequeña es muy activa y movida, y ahora no puede moverse tanto: "No me pide ir al parque y está muy adaptada, pero es cierto que antes a las nueve de la noche ya caía de sueño y ahora aguanta; si que salimos puntualmente, si vamos a comprar me acompaña porque no se puede quedar suela a casa, y ya he tenido que sentir comentarios tipos 'yo no saco mis niños' y similares", relata. Eso sí, Imma ya tiene claro que el primero que harán cuando puedan salir "es ir al frente marítimo, ver el mar y correr, así estará contenta". El que más le preocupa es que no se pueda hacer un despido en la Escuela Cuna: "Es un salto importante hacia la escuela y esperamos que lo tengan en cuenta para hacer algo aunque sea en verano".

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