Gay de Liébana y las soluciones para empresas ahogadas

Por: Gay de Liébana

Aunque tenemos la esperanza de la tan esperada y deseada vacuna o, mejor dicho, de las vacunas, que permite ver la luz en este túnel de la pandemia por el cual llevamos varios meses transitando, por ahora la realidad es la que es y, de momento, los riesgos bajistas y las incertidumbres predominan mientras los rebrotes del coronavirus, a manera de segunda ola, continúan impactando entre la población. Si el aspecto sanitario, como muro de contención, tiene que funcionar perfectamente, el flanco económico se muestra ciertamente debilitado tanto por los perniciosos efectos del virus como por el cariz de las medidas adoptadas por diferentes gobiernos que, en ciertos casos, como España suponen un torpedo a la línea de flotación de la economía, hundiendo una infinidad de empresas en una situación desastrosa y precipitando a pymes y autónomos al abismo, provocando que se pare el pulso de muchos negocios que iban funcionando y posando en jaque centenares de miles, por no decir millones, de ocupaciones.

Desde el punto de vista empresarial, lo cual empezó siente una crisis de liquidez, debida a la falta de ingresos a consecuencia de la hibernación económica y que se tradujo a cortar por lo sano el flujo de cobros, derivó hacia una crisis de endeudamiento. Tanto por la necesidad de endeudarse para contar con recursos líquidos con los cuales atender compromisos de pago y gastos fijos de funcionamiento de una actividad paralizada, como por la moratoria de impuestos y cotizaciones sociales cuando, en cambio, en otros países de nuestro entorno se optó, para aligerar la presión de la deuda amenazante para gran parte del tejido empresarial de reducido tamaño, para exonerar de tales cargas hasta que vengan tiempos mejores o, al menos, neutralizar impuestos y cotizaciones en tanto la pandemia arrecie y la economía flojee.

"Las medidas suponen un torpedo a la línea de flotación de la economía, hundiendo una infinidad de empresas en una situación desastrosa y precipitando a pymes y autónomos al abismo"

La prolongación de un escenario fatídico, empañado por más medidas gubernamentales restrictivas, castiga con severidad infinidad de empresas, sobretodo, medias, pequeñas y autónomos, que lamentablemente están en la cuerda floja. Así que la inicial crisis de liquidez reconvertida en crisis de deuda acontece ahora en una crisis de solvencia, es decir, en el riesgo de insolvencia que acecha a gran parte del sufrido y esforzado entramado empresarial, compuesto por empresas de reducida dimensión, que caracteriza a nuestra economía.

Mientras que las condiciones financieras y la política monetaria sean las que son, más o menos se aguantará, aunque, eso sí, a golpe de deuda que se va acumulando, haciendo más grande la bola de los pasivos exigibles y teniendo que aguantar con ella durante largo tiempo. De aquí viene que no sean pocos los negocios que a la vista de la crítica envergadura que toman los balances y el desolador panorama que cunde por sus cuentas de resultados, se debaten entre continuar remando en la busca de una orilla que no se acierta a ver donde está o rendirse en la obstinación.

Esto, en cualquier caso, es destrucción económica, con defunciones empresariales y eliminación de ocupación. Y el milagro de la resurrección empresarial es utópico, como mucho remoto se antoja que quienes pierdan sus puestos de trabajo puedan reincorporarse en el futuro al mundo laboral porque las circunstancias del cambiante entorno económico marca que después de la caída de la economía española en forma de I, y latina mayúscula, vendrá la K, con un trazo hacia arriba que será lo de los sectores, actividades, ocupaciones y países que se encaminan en la correcta dirección coincidente con el nuevo rumbo económico que prevalecerá. Y un trazo en caída por el cual se deslizarán negocios que pierden el paso en el rompedor escenario que surge, ocupaciones que cede por mor de las nuevas tecnologías y los incipientes modelos de actividad ya no los necesitan, y países que no han sabido preparar sus modelos productivos para adaptarse al que será el contexto imperante, que no han hecho absolutamente nada para reconstruir y viabilizar sus economías, ni siquiera para resistir, como es el caso de España y Cataluña.

"El milagro de la resurrección empresarial es utópico, como mucho, se antoja que quienes pierdan sus puestos de trabajo puedan reincorporarse en el futuro al mundo laboral"

En este marco, hay que modelar un sistema que dé protección y apoyo a las empresas que están sufriendo el rigor de las consecuencias de las restricciones obligatorias de la actividad, que en España y, concretamente, en Cataluña son demasiada. No se trata simplemente de alargar los plazos para la declaración del concurso de acreedores, de aplazar pagos de impuestos que ineludiblemente se tendrán que acabar liquidando de una manera u otra, sino de arbitrar soluciones que proporcionen el suficiente oxígeno financiero porque las empresas que hoy se están ahogando, para entendernos, que se debaten ante una situación de insolvencia a causa de las circunstancias sobrevenidas, cuando amaine la tormenta del coronavirus, gracias a las vacunas o a las terapias que se desarrollen, y vuelva la anhelada normalidad, puedan retomar su actividad sin que espadas de Damocles cuelguen sobre su jefe.

Esta es una tarea urgente que las autoridades tienen que afrontar. Porque el corolario de cuántas recetas se ha marcado desde la misma Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, entre otros organismos internacionales, es que no desaparezca ni una sola empresa ni se destruya un solo puesto de trabajo. Y para lo cual, los gobiernos tienen que afrontar un esfuerzo sublime en gasto público consistente a sostener la estructura económica de sus países y brindar todo tipos de ayuda en la población para resistir. En nuestro caso, lamentablemente, parece que las autoridades competentes se proponen hacer todo el contrario.